Murmurio – zapaterilerías – Estrany

 

En estos últimos días se ha dado un caso de los muchos que diariamente el régimen capitalista comete.

 

Muy acertadamente los zapateros tildan de hechos inquisitoriales los perpetrados por el negrero señor Estrany en la fábrica de su propiedad, mejor dicho, por el blanquero, porque blancos son los que allí trabajan. Ese gran señor es uno que nadie puede competir con él, en la calidad de buscar medios capaces de torturar cuerpos y conciencias, imposibles de ser detallados en estas cuatro cuartillas más, habiéndose ya empezado una campaña para resumir y hacer públicos los procedimientos de que se vale este señor para aumentar su riqueza a costa de la salud de sus operarios.

 

Cualquiera que no conozca el gran señor, se dirá seguramente, a juzgar por sus hazañas, si es un genio excepcional dominador por naturaleza, que nada le arredra por grandes que sean los obstáculos a vencer. Pues se equivocarían. Solamente el hacerle público que “La Igualdad” le declaraba guerra sin cuartel –dentro la legalidad se entiende- el hombre empezó a tiritar, como quien recibe duchas frigoríficas y hasta le dieron dolores cardíacos que según dicen el mismo jesuita Vives tuvo que asistirle apaciguando su espíritu exaltado, que, ruborizado de la perversidad del cuerpo, quería separarse de él antes del mandato divino. Y, claro: cuando ya el hombre, algo tranquilizado por la asistencia de un ministro de dios, se le ocurrió agarrarse a la fuerza armada para evitar que algún obrero antropófago se lo comiera crudo o con patatas o tal vez por miedo a que alguna bomba zepelina le hundiera la fábrica torturadora.

 

Porque lo cierto es que el lunes cuando los obreros fueron al trabajo encontraron convertida la fábrica de sus pesares convertida en cuartel o campamentos de tropas.

 

Por todas partes se veían colorines colorados, pues los del Mauser parecían estar a punto de tomar una ofensiva.

 

La manera de actuar del señor Gobernador, nos da a comprender que tan exageradas fueron las declaraciones que le hizo el señor Estrany, que el mismo se atemorizó creyendo que se iba a tomar por asalto la santísima propiedad privada del gran señor. Y no debe olvidar el Sr. Alonso que los obreros palmesanos saben a que atenerse en estas cuestiones.

 

Y por último decimos: las medidas tomadas para evitar, no sabemos que, han servido para despertar más los ánimos de los operarios que, según él, “no desean nada”.

 

Ya veremos si desean o no desean.

 

Pruebas tenemos con los ferroviarios, todos estaban divinamente y con un soplo de compañerismo, los mismos amarillos abandonaron a sus patronos.

 

Fisiócrata

 

EL OBRERO BALEAR

Núm. 759, 19 de agosto de 1916

El judici de can Estrany