HERENCIAS DE UN DEBATE

¿Se acabó? Aún no

Los que creen que la cuestión Ferrer ha terminado con la votación habita en el Congreso, resultante de ella la no revisión, están desequilibrados totalmente al creer tal absurdo. Absurda fue la muerte de aquel hombre. Absurda ha sido la ratificación de la santidad de la cosa juzgada por los que en aquella época tronaban contra los que tranquilamente consintieron el fusilamiento de Ferrer máxime teniendo en cuenta que es falible todo ser humano.

Francesc Ferrer Guàrdia

Después de los desplantes; después de la retórica; después de la “majeza” demostrada por un Don Juanito y las faschentonas gentes que les sirven, creíanse éstos que iban a quedar embelezados los que días antes se levantaron en un escaño de la Cámara popular fiscalizando con el “yo acuso” recto, avasallador, irrebatible del hombre honrado y leal, con sus impertinencias.

Creíanse esto, pero les ha salido mal. No nos apuramos por cosa de tan poca monta.

Al pedir la revisión de este proceso, los demandantes estaban plenamente identificados en que no habría de venir. Fundábanse y es natural, en lo que un hombre por poca cosa que se precie tiene. En la dignidad. Y como los revisionistas sabían de antemano que la maldad no conoce la dignidad y la hipocresía no la ha visto nunca, dedujeron como consecuencia irrefutable, de que por esa vez, no gozaríamos en poder castigar justamente al que consintió tal fusilamiento.

Las pruebas contundentes de jurídicos respetables, los datos aportados por honrados hombres; la recopilación de antecedentes extraídos de la intimidad de una familia, no han bastado para llevar por el camino de la justicia, a hombres iguales a esos. No le hace.

La proposición presentada y disentida después muy largamente se ha transformado en nada por la testarudez de unos y el cinismo de otros. No hace el caso. El pueblo que es soberano de sí mismo, antes que nadie, se ha compenetrado aún más de lo que estaba, de lo injusto que fue el fallo del Consejo de Ministrios, no interpretando la justicia suprema de la Razón y de la Verdad.

Los fiscales del cínico Maura y de bufonesco Sancho Panza Cierva, fiscalizarán como lo han hecho en el Parlamento, sus actos. Lo harán en mitines, en conferencias, en la prensa, y si una mayoría de unos cuantos, esta vez ha bastado para que se deseche una proposición, luego ni una, ni diez, ni cien mayorías parlamentarias como las que hay ahora, bastarán para impedir la revisión de una cosa absurda.

La carcajada olímpica que resonó en la sala del Congreso, es lo mismo, hace el mismo efecto que el grito del fusilado en Montjuich. El grito significaba grandeza de alma, estímulo para que no quedara impune aquel crimen, significaba un avivador de justicia. La carcajada significa pequeñez de alma, dar alientos para que no quede sin castigo maldad tanta.

Los que claman por la revisión, cogieron el grito con amor y lo pusieron en su corazón para que despertase en él la fibra de la justicia. Y aún está allí, floreciendo por momentos. La carcajada se la han puesto en la boca para que con su cinismo surtiese los mismos efectos que el grito en el corazón.

Esto es la herencia de un debate. El grito de un hombre que aún resuena en nuestro pecho pidiendo justicia, y la carcajada de un cínico fomentadora de ese anhelo.

Con estas armas, ahora empezará más enérgicamente la labor emprendida. La dignidad lo demanda. El Congreso ha ratificado aquella injusticia, porque el que hace bien una cosa no le duelen prendas que la revisen. Somos falibles y no es razón el hacer prevalecer una injusticia demostrada.

Aún no ha acabado, no. Ahora empieza de veras. La herencia dejada es el mayor estímulo para proseguir en nuestra campaña.

A ella vamos

Crispín

EL OBRERO BALEAR

Núm. 474, 15 de abril de 1911

 

fideus