1920 – Nuestra posición

 

Bajo todos conceptos es innegable que la lucha entre las dos tendencias que hoy predominan entre el proletariado de todo el orbe, tiene un significado asaz elocuente. No hay duda, que esta lucha, desde el éxito material y moral obtenido por la Rusia de los soviets, ha llegado a una tensión harto quebradiza por los directores de la tendencia llamada oportunista. Esta, viendo que sus victorias son claudicaciones ante el poder constituido, no ve otro camino de salvación, ni otro medio más en consonancia con sus ideales sustentados hasta hoy, que aliarse en una u otra forma con todo el bagaje de economía y renovación de procedimientos para conseguir sus fines, que aliarse repito, con los de siempre, y en toda ocasión, han procedido, proceden y procederán de la peor forma respecto a reconocer para siempre que su misión histórica y directiva, de progreso y civilización, ha dado de si todo lo que podía dar en beneficio de toda la humanidad. Me refiero al capitalismo, a la burguesía; ésta tenia un fin que cumplir; el de enriquecerse a costa de la producción. Se ha enriquecido. Luego, no tiene noción de ser. Pero viene, que el Socialismo siendo contrario al modo de ser del capitalismo, nace e impone, como cimiento de su existencia, la continua lucha para derrocarle de sus posiciones e implantar el régimen de la soberanía del trabajo productivo. Hata aquí la cosa no tiene de particular más que las heroicidades de cada uno, para vencer. La táctica es buena siempre y cuando la victoria corone el esfuerzo hecho sin que la dignidad sufra vaivenes de deshonor; pero cuando ésta táctica véase que no acierta a salir airosa del fin porque se creó, implica una traición manifiesta el no variar seguidamente usos y costumbre de luchar. Y esto es precisamente lo que se ventila, se discute en cada urbe, villa o lugar donde la organización proletaria deja sentir sus efectos.

 

En cada población donde hay las dos tendencias, al primer ojeo del observador se puede observar que la lucha por el bien común, está entablada, no solamente contra el Capital, la burguesía, sino que con más ahínco se lucha al margen de lo que genuinamente llamamos Capital. Y es porque hay equivocados y hay videntes.

 

Llevada la cuestión en el plano donde particularmente nos interesa es fuerza proclamar a voz en grito que en nuestra tierra. Es donde se deja sentir con más ferocidad esta lucha, ya que la lucha en vez de ser categórica sufriendo, sin pensarlo, las consecuencias, no quien debe perder algo, posición solapada, visto bueno del bueno del capitalismo, etc.., sino quien luchando honradamente, no puede perder nada más que la preciosidad del tiempo que a nuestro entender es oro.

 

De esta forma planteado el asunto, se presenta de una manera rotunda, fuerte, de principio, la cuestión de actualidad, llena de interés por ambas partes: la expulsión de un individuo del gremio de carpinteros. Es de vital interés para la clase trabajadora esta cuestión, porque en ella véase involucradas dos tendencias que abarcan los fundamentos de la organización proletaria. Y es a saber: la tendencia de llevar el organismo social bajo el auspicio de una dictadura política, y la otra de llevar a esa misma organización bajo la égida de la acción directa. La lucha, no es una lucha de personalismos, es una lucha de ideas, de tendencias; una lucha que es vida o muerte para la clase trabajadora.

 

Las mayorías, por el mero hecho de serlo entronizan muchas veces errores y torpezas. El acatamiento a una mayoría no significa siempre haber hecho las cosas con el dictado de la razón. Sucede bastantes veces que la opinión de la minoría en una asamblea, es la norma por la cual, si se siguiera, sería la victoria, el sostén de lo razonable. Y sino recapacitad sobre muchos grandes problemas porque ha atravesado la humanidad, y el vidente futurista que no fue escuchado, al fin y al cabo, se le reconoció la razón por la cual fue maltratado moral y materialmente.

 

En la sociedad de carpinteros la consciencia de un compañero exigía, exige y exigirá siempre, por la buena marcha del gremio todo individuo cotice, no porque el céntimo sea la norma, el fin de la organización, Sino porque conocedor ese corazón humano, teme por la intangibilidad de su organización; teme y con razón que si falta esta atenuante, en un conflicto entre el capital y el trabajo, el amarillo hará su agosto y exige, como digo antes en que la cotización ha de ser uniforme. Pero si un individuo de aquella organización sea el que fuere, el mismo si os place, exigente aquel –ve la torpeza en la dirección, ve que el organismo suyo se aleja de su cometido, e impetrado en la política, su actuación en el campo de la lucha por el cual fue creado, es nudo, es traidor, no lucha cual debiera hacerlo, no temerá correr la aventura de verse expulsado ignominiosamente por haberse puesto en contra de una mayoría que parapetada detrás de unas líneas reglamentarias hace mangas y capirotes del verdadero sentido de la lucha de clases.

 

La dirección del gremio de Carpinteros que es socialista, no expulsa a un compañero de su seno por no cotizar, no. Lo expulsa porque el ideal de aquel compañero es sindicalista y expulsa a dos o más porque estos aprueban la acción de aquel. ¿Está esto claro? Una mayoría ignorante atropella a un compañero, a tres compañeros. ¿Se puede consentir esto? No. Por lo tanto, hora es ya de que la lucha que ha tanto tiempo viene fermentando en el fondo de las conciencias, salga a luz y dirima de una vez y para siempre, el conflicto que hay entre la clase trabajadora.

 

El socialismo mallorquín tergiversando sus principios, embauca a sus huestes atrofiando su mente, yendo del brazo, muchas veces, con el enemigo común el capital. Llegando al extremo de atropellar a unos individuos porque presienten el compadrazgo que hay entre la dirección de aquel partido con la burguesía. La lucha, como decimos más arriba, no es de personalismo, es de tendencias. El socialismo viendo que sus huestes, hoy un gremio, mañana otro, se aleja de su tutela, fuerza su marcha para ver si de una vez destruye la fuerza capital de la organización proletaria, el Sindicato único. ¿Lo consentirán los que están ya organizados bajo el Sindicato único? Fuerza es creer de que no. Pues la ocasión de demostrar su valía, su fuerza, se presenta ahora con la expulsión injustificada de tres compañeros que se dan de baja por no querer ser participes de dietas votadas para mantener en la holgazanería a los que ocupan cargos concejiles.

 

La lucha está entablada. El “pacto del hambre” impuesto a estos tres compañeros no ha de surtir efecto ya que surtiéndolo el que quedaría sin dignidad será la organización sindical.

 

La CULTURA OBRERA haciéndose eco de la lucha entablada, simplifica la cuestión marcando la posición que debe tener el combatiente sindicalista para obtener la victoria contra el socialismo oportunista, torpe y reaccionario mallorquín el cual no ve ni debe saber que el Socialismo español se muestra partidario del comunismo Sovietista.

 

CULTURA OBRERA nº 48

10 de julio de 1920