1921 –  Los canallas de la Casa del Pueblo

 

Es sabido, por mucha parte de los trabajadores, que todos los canallas que hay en la Casa del Pueblo pertenecen al viejo Partido socialista, traidor a las aspiraciones proletarias y no pertenecer a dicha secta-Partido es cosa sin explicación para tales sujetos.

 

Es necesario poner en antecedentes a los lectores de este semanario, de ciertos hechos que acaban de consumar los individuos a que nos referimos para probar nuestro calificativo:

 

En las obras de D. Juan March (a) Verga intentan sus secuaces implantar la jornada de 10 horas; acuden a la Casa del Pueblo los obreros ocupados en dichas obras y hallan ambiente para acordar la mencionada jornada.

 

Convocan a los mismos obreros de Verga, pocos días después, al Sindicato de albañiles que existe apartado de la Casa del Pueblo y dichos obreros acuerdan trabajar solamente 8 horas diarias.

 

Esto ha bastado para dar a comprender que en la Casa del Pueblo solo había lugar para resolver las cuestiones a favor de la clase patronal. En cambio, el Sindicato de Albañiles, separado de dicha casa, pudo acordar la jornada de 8 horas. Con esto no pretendemos afirmar que los simples obreros de uno de dichos Sindicatos sean mejores o perores que las del otro o viceversa, pero si, los hechos nos muestran que mientras en la Casa del Pueblo se defienden los intereses de Verga, en el Sindicato Sindicalista se acaba de defender la causa de los trabajadores.

 

El origen del mal es fácil hallarlo. Si nos fijamos veremos que toda la malquerencia parte de los directores del Sindicato de la Casa del Pueblo, dispuestos siempre a corresponder a los halagos de los capitalistas, vendiendo a los pobres obreros.

 

Es muy necesario que sepan nuestros camaradas que cuando decimos canallas a los socialistas no es para lanzarles improperios; si lo decimos, fundamento obrado hay para ello. En la última reunión del Sindicato Sindicalista se empeñaron que dos compañeros no hicieran uso de la palabra porque las verdades que habían expuesto en otra reunión fueron de tal magnitud que no podían ser contestadas, y para conseguir tal arbitrariedad se valieron del delegado de la autoridad quien impidió que hablaran dichos compañeros tomando base, el delegado, de las palabras vertidas por un socialista de la Casa del Pueblo el cual dijo que los compañeros que pretendían hablar no eran albañiles.

 

Este argumento fue aducido por un socialista de la Casa del Pueblo, sabiendo este sujeto que en dicha Casa se pueden contar por docenas las reuniones efectuadas en las que han tomado parte individuos que no erean del gremio reunido.

 

La verdadera causa de no dejar hablar a los susodichos compañeros es que no pertenecen a la mesnada socialista, ni reciben honorarios de Verga. Si estos individuos socialistas no fueran unos seres mal nacidos y unos miserables, se sonrojarían de acudir a la imposición de la autoridad contra un obrero; pero muy lejos de tal cosa se enorgullecen de tamañas indecencias.

 

Si tuvieran un pizca de vergüenza no irían a charlar a las reuniones de los Sindicalistas, toda vez que ellos en las suyas no dan entrada sino a los que quieren, cuando más la palabra; esto después de haber prometido en plena reunión del Sindicato disidente que, habiendo cambiado las circunstancias, podrían entrar en la Casa del Pueblo … para después prohibirles la entrada ¿verdad?

 

¡Cuanta falsedad! ¡Qué viles y malvados sois! No es extraño que estos jovencitos que han aprendido en vuestras agrupaciones socialistas salgan modelos de mala intención, de cuquería, de civismo, de maldad. ¡Qué reptiles! Solo miserables de esta especie son capaces de hacer lo que hicieron con aquella noble mujer llamada Rosa Luxemburgo.

 

Ignacio Ferretjans, este tipo charlatán y odioso, por su informalidad y absoluta carencia de hombría, pretende abusar de la poca inteligencia de los trabajadores, dándoles a entender que nosotros buscamos desunir a los obreros. Esto es falso, trabajadores, ¡bien lo sabe él! Lo que si queremos es alejarlos de tal infatuado infeliz y demás compinches que mandan y ordenan en la Casa del Pueblo, los cuales no tienen más que un objeto: ponerse en inmejorables relaciones con la burguesía para que ésta les colme de favores y mercedes; esto a cambio de tenerlos lo más esclavizados posible.

 

La Unión si, con los hermanos; pero dar a conocer a los traidores y proponer su alejamiento, no s no desunir, ni destruir, muy al contrario, es sanear la unión y seguir edificando en terreno firme.

 

Nuestro apartamiento de la Casa del Pueblo no significa ir contra la Unión, vamos contra los pillos vividores que mangonean aquella Casa. Si mansamente, como borregos, hubiéramos pertenecido a ella, los mandones, a sueldo y orden de Verga, nos hubieran impuesto la jornada de 10 horas. ¡Bonita unión! Muy excelente para D. Damián Ramis y D. Juan March habría resultado.

 

LADILLA

 

CULTURA OBRERA nº 94

28 de mayo de 1921