El “Verga” y la clase trabajadora

Hay que acabar de una vez

 

La situación que se viene creando a la clase trabajadora con relación a don Juan March, es verdaderamente insostenible. Desde hace bastante tiempo se respira un ambiente tan venenoso que de no acudir pronto a su despeje acabará por asfixiarnos a todos.

 

Por modesta que sea nuestra posición dentro la organización obrera, no está exenta de responsabilidades, las cuales, entiendo, cuando llegan momentos como el presente, es necesario arrostrar hablando sin ambigüedades, rodeos ni vacilaciones. Hacer lo contrario, callar cuando entre los trabajadores reina la desorientación y la duda me parecería inepcia, falta de valor cívico, incumplimiento de un deber sagrado.

 

Por eso, yo, convencido del cumplimiento de ese deber y plantándole cara a ese coro de vírgenes detractores del “Verga” voy a exponer pública y claramente mi modesta opinión.

 

Para nadie es un secreto la posición política y social del señor March. Tampoco lo son los diferentes acontecimientos que, alrededor de su personalidad social y política han venido desarrollándose en nuestra ciudad, Unos y otros han creado un estado de opinión del que casi nadie ha podido sustraerse.

 

La clase trabajadora por uno de esos acontecimientos que pocas veces se registran en la Historia no se ha sustraído tampoco. Nos referimos a la donación del edificio para futura Casa del Pueblo.

 

Desde que el señor March tuvo la iniciativa de regalar a los trabajadores un edificio para que en él se cobijaran, desde aquel entonces existe una terrible cruzada contra él de la cual, por lo visto, aún no se han dado cuenta exacta algunos trabajadores quines con una candidez infantil en distintas ocasiones se prestan inconscientemente a hacer el juego a sus más seculares enemigos. Apena el ánimo contemplar a compañeros trabajadores en su incomprensible y sistemática actuación antiverguista. Porque vamos a ver.

 

¿Qué pecados ha cometido el señor March (y conste que no hablamos de la actual huelga de metalúrgicos en la que le creemos equivocado) para que una parte, o mejor dicho, unos grupos de trabajadores se le manifiesten con tanta hostilidad? ¿El ser más rico que los demás patronos? Evidentemente no.

 

¿Por qué siendo el señor March un formidable propulsor de la industria que es la fuente de trabajo y de riqueza se le han de poner obstáculos que no se oponen a otros opulentos y conocidos industriales? ¿Será porqué en sus fábricas y talleres haya un régimen de más esclavitud y menos remuneración en el trabajo que en los de los demás propietarios o patronos? Indudablemente que no.

 

¿Por qué motivo o razón en movimientos obreros el “Verga” ha de ser considerado como el pero de los patronos y se le ha de tratar como no se trata a otros muchos exploradores? ¿Será porque regaló la Casa del Pueblo? Nos parece que tampoco. Entonces ¿qué es lo que motiva el encono contra el famoso millonario? ¡Ah! Trabajadores. El motivo de cuanto sucede con relación al señor March es que unos cuentos imbéciles con pretensiones de sabios tienen el prurito de apacer ante el pueblo más honrados que los demás, y que éstos por cobardía y necedad se prestan a que se mantenga el equívoco y se avienen a vivir en esa atmósfera densa de injurias y de calumnias sin que tengan un gesto para deshacerlas. Esta es la verdad, trabajadores.

 

El “Verga”, ya lo dijimos en otra ocasión, es un capitalista como los demás, que en su afán de ganar mucho dinero procura mantener el actual régimen de explotación y por tanto no hay que esperar de él resuelva el problema de la clase obrera ya que solamente ésta podrá, con su unión, su cultura y su esfuerzo lograr su completa emancipación.

 

Pero tampoco es el señor March peor que los demás capitalistas, antes al contrario, tiene sobre todos ellos la ventaja de ser un espíritu abierto al progreso de grandes industrias que son trabajo, riqueza y vida para el país.

 

El señor March es un destructor de nuestra aristocracia porque con las adquisiciones de sus grandes propiedades destruye su antiguo poderío feudal base de añejos privilegios y desterradas tiranías. El señor March es un capitalista que niega el apoyo que otros de su clase prestan al clero; además no va a misa ni es fácil que comulgue; ha retirado las subvenciones y donativos a Congregaciones religiosas, a curas, frailes, monjas y sobre todo cometió el delito para esa gente imperdonable, de regalar a los “descamisados” trabajadores un edificio para Casa del Pueblo.

 

¿No habéis pensado nunca en lo que representa este hecho?

 

Nunca, jamás se le perdonará la generosidad del regalo. Por esto habéis visto estos días consumarse una de las más grandes injusticias con el asunto de Porto-Pí. Sus enemigos siempre le están al acecho y no desperdician ocasión para combatirle con saña, y la clase obrera no ve el doble juego y va arrastrada y sirve de monigote a la gente reaccionaria.

 

¿No lo veis claro, compañeros trabajadores?

 

Tengo para mi que ha llegado la hora de deslindar campos y que cada cual ocupe su puesto. Los “vendidos” al “Verga”, a un lado. Los “a sueldo de Salas”, a otro.

 

Ya que no es posible vivir sin pasar por el vendido salgamos al zoco y allí nos veremos las caras, aquilataremos honras y entonces sabremos quienes son los que verdaderamente en su frente llevan el signo de esclavos a sueldo y quienes el de hombres libres y dignos. Todo, menos seguir viviendo en un ambiente maleado que reprime y ahoga.

 

Simón Fullama

 

EL OBRERO BALEAR  nº 1023

7 de octubre de 1921