1922 – ¿POR QUÉ NO INGRESAN A LA UNIÓN GENERAL DE TRABAJADORES LAS SOCIEDADES DE LA CASA DEL PUEBLO? 

El compañero Simón Fullana decía en su artículo “Hay que deslindar campos”, publicado en estas columnas la semana pasada: “Por fin parece que van a deslindarse bien los campos. Los anarquistas y comunistas con su Confederación Nacional del Trabajo a un lado; los socialistas y simpatizantes con la Unión General de Trabajadores a otro … Ya era hora de que esto sucediera, lo demandaban el decoro y la conveniencia colectivas. Ahora los trabajadores palmesanos podrán optar por lo que más les convenga, si una organización como la que ofrecen los anarquistas y comunistas de por aquí o la que orientan los socialistas y simpatizantes.”

Realmente habrá sido un bien para la clase trabajadora el deslinde de campos a que se refiere Fullana, pudiendo cada cual desde el suyo laborar con más amplitud e independencia por las ideas emancipadoras. La convivencia en un mismo local y en un mismo organismo federativo de anarquistas y socialistas era de efectos contraproducentes para la causa y la separación se imponía como una necesidad imperiosa, saludable. Ahora se habrán acabado las disputas, que no discusiones, que envenenaban y destruían todas las buenas iniciativas y la misma organización obrera.

Pero a lo que no hay derecho es a la mal llamada neutralidad, a la vida de anfibio, a ese vivir comodón que tiene por objeto no estar en mar ni en tierra, creyéndose, los que tal hacen, con derecho a censuar todas las ideas porque no tienen ninguna. Los obreros tienen que decidirse por una de las dos tendencias, o la anarquista o la socialista, por ser ellas las únicas que representan los principios filosóficos del proletariado. El Sindicalismo no tiene doctrina propia, como no la tiene el Comunismo, ambos son ramas desprendidas del árbol anarquista o socialista, son escisiones de uno y otro ideal que fatalmente, tarde o temprano, habrán de fundirse al tronco de su origen.

Váyanse, pues, en buen hora a la Confederación Nacional del Trabajo los anarquistas y los que siguen sus principios y orientaciones, ello nos parece perfectamente lógico. Pero vayamos también a la Unión General de Trabajadores de España los socialistas y todos los que simpatizan con nuestras ideas y con nuestra táctica. Hay que dar alma a las Sociedades obreras, ha que sacarlas del estoicismo y la indiferencia, hay que animarlas inyectándoles idealidad, que es el motor de todas las energías y de todas las luchas nobles y elevadas.

Las ideas agudizan la inteligencia y templan el alma. El hombre o la colectividad que no tiene ideas no tiene orientación definida que guíe sus actos, para que estos sean conscientes y útiles a la humanidad y quien los ejecuta.

La organización obrera debe, pues, tener una órbita que en el rodar de su evolución la conduzca al cumplimiento de su misión histórica. Ésa órbita, en España, es la Unión General de Trabajadores, cuyos principios y táctica sigue casi todo el proletariado consciente español.

¿Por qué las Sociedades que han quedado en la Casa del Pueblo, que siguen esa misma táctica y esos mismos principios no ingresan en la Unión General?

En el próximo número publicaremos las instrucciones necesarias para pedir y obtener el ingreso en el citado organismo.

EL OBRERO BALEAR nº 1058

9 de junio de 1922