1923 – SOBRE LA NUEVA CASA DEL PUEBLO – LA FECHA DE SU INAUGURACIÓN

El pasado lunes tuvo lugar una reunión del Patronato de la nueva Casa del Pueblo con los presidentes de las Sociedades Obreras acordando inaugurar dicho local el día 30 del próximo Septiembre.

De desear es que todas las entidades obreras de esta capital se dispongan, las que todavía no lo han hecho, a solicitar el ingreso ya que el hermoso edificio se ha construido para que allí tenga su albergue social la clase trabajadora organizada. Y no sólo es de desear que todas ellas ingresen y convivan juntas en el inmueble de su propiedad, sino que deben procurar que la inauguración revista toda la solemnidad de un gran acontecimiento puesto que al ir la clase obrera a tomar posesión de su casa sentirá la satisfacción de ver realizada una de sus mayores aspiraciones. El problema de la vivienda colectiva de los obreros fue siempre de muy difícil solución en Palma, ora porque no existían locales apropiados para ello, ora porque los propietarios no querían en sus fincas a Sociedades Obreras, ora porque los elevados alquileres eran imposible pagar.

Es preciso recordar aquellos tiempos de angustia en que la Federación de Sociedades Obreras vivía en locales reducidísimos, amontonados todos sus muebles, sin un salón de actos capaz para reunir a un par de centenares de obreros y pagando un alquiler que diezmaba sus fondos, para hacerse cargo de la importancia que tiene el posesionarse de una casa propia cuya área mide mil trescientos metros cuadrados, tiene diez y siete grandes secretarías, salas y antesalas grandiosas para reuniones, lectura y Biblioteca, Cooperativa, Café y un salón-teatro como ninguno de los de segunda categoría de esta capital, tanto en hermosura como en capacidad. En una palabra, la clase trabajadora palmesana tendrá, suyo, completamente suyo, un palacio principezco con todas las condiciones necesarias para el desenvolvimiento de su organización, recreo, cultura, etc. Ninguna Casa del Pueblo de España llega, ni en mucho, a la que tendremos los trabajadores de Palma. Y si es asi ¿no hay motivo obrando para estar orgullosos y sentir emoción, alegría y entusiasmo ante la proximidad de su inauguración oficial? ¿Qué obrero que sienta amor por su clase, tenga el juicio sensato y le interese la organización y el provenir del proletariado no verá con gusto y hará cuanto pueda para que éste se una en convivencia común bajo el techo de su propiedad? Ninguna razón de peso hay para que suceda lo contrario y si hombres hay que por irreflexión, por recelos mal fundados, por interpretaciones equivocadas sobre el régimen reglamentario de la cas o por pasiones de índole personal desdeñan y hasta combaten el que las organizaciones obreras se posesionen del edifico y se alberguen en él, preciso es convencerles de su error para que comprendan que la mejor manera de unir a los trabajadores y educar sus sentimientos de solidaridad es viviendo juntos en un mismo local para que al calor del contacto diario se enciendan la fe y los entusiasmos por la lucha por el ideal común de emancipación.

¿Qué hay quien cree que allí ha de haber un Patronato que se inmiscuirá con las cuestiones sociales e impondrá tácticas y orientaciones determinadas? Es lamentable que estos se diga cuando el reglamento no sólo prohíbe esas ingerencias del Patronato sino que le obliga a respetar y hacer que se respete el libre funcionamiento de todas y cada una de las colectividades que allí tengan su domicilio. Las atribuciones del referido Patronato se reducen en el fondo a representar y administrar el edificio, esto último bajo la intervención fiscal de todas las entidades por medio de sus presidentes. ¿Es que no es imprescindible que alguien realice este cometido? ¿Merma ello la dignidad de nadie? Conocemos otras Casas del Pueblo, por ejemplo la de Madrid, que cobija a cincuenta mil trabajadores, y su Consejo de Administración tiene más facultades que el Patronato de aquí, facultades que le han sido dadas, por las propias organizaciones y cuyas Directivas únicamente tienen intervención fiscalizadora en la administración, no en los asuntos de gobierno y policía de la casa. Lo único que hay de mal efecto en nuestra Casa del Pueblo –preciso es reconocerlo- es lo referente al nombramiento de los miembros de dicho Patronato, pero esto es un mal de origen del que no son culpables los individuos que lo componen puesto que fue condición impuesta por el donante del inmueble. ¿Tiene remedio este mal? Procediendo todos con nobleza y buena fe, si; insultando e hiriendo dignidades, no. ¿Conviene a la clase trabajadora que en aras de su unidad y porvenir tengamos todos buena fe y alteza de miras, subordinando al interés general las pasioncillas y personalismos que hasta ahora nos han hecho sucumbir a todos en el abismo por culpa de todos? Reflexionemos todos y discutámoslo con serenidad.- B

EL OBRERO BALEAR nº 1117

3 de agosto de 1923