Sobre la adulteración de las harinas

 

Sabemos que en cierto café ha habido fuertes discusiones sobre si EL OBRERO BALEAR se había o no vendido al almacenista que se le fueron encontradas harinas adulteradas, en cuya denuncia intervino el compañero Bisbal y de la cual se ocupó este semanario a su debido tiempo.

 

Decían unos que si a EL OBRERO BALEAR no se le hubiese dado dinero en aquella ocasión hubiese publicado el nombre del almacenista adulterador y otros aseguraban que este semanario tiene pruebas dadas de que no se vende nunca.

 

Los que crean que EL OBRERO BALEAR es capaz de admitir dinero a cambio del silencio que pueda guardar en algún de interés público, medios tienen para someterlo a la prueba. Háganlo y pronto se convencerán de que este semanario, a pesar de su pobreza, tiene más dignidad y honradez de lo que algunos chiflados y maliciosos se figuran.

 

El dinero que puedan todos los almacenistas de harinas juntos y el que pudieran reunir todos los trusts de carniceros, es poco para inferir una mancha a la inmaculada virtud de estas columnas. Sépanlo estos carniceros que por los cafetines se dedican a quitar la honra de nuestro periódico, cuando más valdría se cuidasen de vender la carne sin robar el peso, o al menos que explicasen el porqué vendían la carne de buey a dos pesetas 2’10 y aún tenían que ganar su jornal y para atender a sus vicios.

 

Sepan además que si no publicamos el nombre del que expendió harina adulterada fue porque nos pudimos convencer de que la adulteración procedía de la casa expendedora de Barcelona y no de la casa Falconé que ya la había recibido mala. Y teniendo estos antecedentes ¿hubiera sido justo ni honrado desacreditar a la casa Falconé?

 

Y conste que al obrar como lo hicimos no fue por presiones ni súplicas de la casa Falconé cuyos dueños ni siquiera conocemos, sino por dictarlo así la nobleza y la justicia. Así somos nosotros.

 

EL OBRERO BALEAR

Núm. 787, 24 de febrero de 1917