La honradez en la huelga de agosto

No hubo ni un crimen

 

No hubo en las jornadas de Agosto, en la huelga general y en el paro; muy prolongado de ferroviarios y mineros asturianos ni un crimen, ni uno.

 

Hablemos de los huelguistas, de los revolucionarios; en el lado de allá de la barricada, en el sector gubernamental, si que hubo crímenes: el asesinato de Ávila, el ojeo, cacería y muerte de cinco presos en la Cárcel Modelo de Madrid y los apaleamientos de huelguistas de Ceón, Asturias y Vizcaya, son actos verdaderamente delictuosos, criminales.

 

Por nuestra parte sólo teníamos que sentir y que condenar un crimen, del cual no eran responsables ni los Comités de huelga, ni la causa por los huelguistas mantenida; pero era un crimen que nos dolía, que nos repugnaba, que nos hacía bajar la cabeza cuando lo echaban en cara nuestros contrarios. Ese crimen es el descarrilamiento intencionado de un tren en las cercanías de Bilbao, es el siniestro de la Peña . Murieron muchos viajeros. Entre los muertos, una mujer y dos niños. Un horror. Bilbao se conmovió. Se hizo un entierro fastuoso a las víctimas. Como una maza se utilizó el crimen ferroviario contra los huelguistas. Infame, villanamente se explotaba la criminal fechoría para calumniarnos a todos, socialistas y republicanos, para justificar bandos brutales, impropios hasta de ciudades conquistadas para disculpar prisiones en cárceles, en barcos, de españoles, de franceses, de parientes de sospechosos, para conquistar el aplauso de la chusma taurófila en la Plaza de Toros, para pedir el encarcelamiento hasta el fusilamiento del honrado, del noble, del bueno Horacio Echevarrieta, vindicador de Bilbao, deshonrado por su miserable plutocracia, por su bizcaitarrismo malvado y creyente.

 

Pues bien; aquel crimen, aquel espantoso crimen de los hombres de Agosto, generalizado, utilizado, explotado por los autores y cómplices y encubridores de la represión, no fue tal crimen, fue un accidente fortuito.

 

Ya nos extrañó desde el principio que se pudieran levantar los rieles de una vía custodiada por la fuerza pública. Luego nos maravilla que presos, que estaban, los criminales (así se afirmó falsamente) no se les juzgara rápidamente en Consejo de guerra. Se dijo en Agosto, cuando se mentía sin freno, que habían sido fusilados. Se creyó. No fue cierto. Lo cierto es que la jurisdicción militar se inhibe y que los supuestos culpables de un supuesto descarrilamiento intencionada pasan a la jurisdicción ordinaria. Se comprobará –pronto hemos de verlo –que el siniestro fue casual, fortuito.

 

Don Francisco Villanueva, el notable periodista que dirige a conciencia “El Liberal”, de Bilbao, ha escrito en “España”, sobre las causas del siniestro, lo siguiente:

 

“Según las referencias de los primeros momentos, durante la refriega de las mujeres con la fuerza que guardaba la línea., resultó levantada la vía en una extensión de nueve metros, siendo ésta la causa del descarrilamiento, imputable, lógicamente, a los revoltosos. Pero según otras referencias posteriores, que se dicen autorizadas por un informe técnico que no sé dónde pueda estar ni quién lo haya dado, el hecho ocurrió de muy distinta manera y fue debido a la fatalidad. Por temor a las agresiones de que se hacía objeto a los conductores de los trenes, éstos pasaban a gran velocidad por los sitios que consideraban peligrosos; y después de pasar por ellos el mixto, “dio un frenazo”, por cuya consecuencia patinó la máquina y volcó, precipitando tras de si al ténder y a un coche de tercera clase ocupado por muchos viajeros.

 

Abona esta referencia la consideración de que el lugar del suceso es peligroso por el talud pronunciadísimo del plano en que está emplazada la vía. El “frenazo” de que se habla pudo, en efecto, ser causa bastante para producir el descarrilamiento. Y es tan lógica como la otra esta suposición, porque entre el paso del correo ascendente y el mixto descendiente, apenas hubo tiempo bastante para levantar nueve metros de vía; y porque no es de suponer que lo hubiera consentido la fuerza que allí estaba para impedirlo.”

 

La inhibitoria de la jurisdicción de guerra, en vez de formar cargo de guerra, confirma la segunda versión.

 

El único crimen que se hacía pesar sobre la conciencia de los huelguistas de Agosto, se desvanece.

 

No hay tal crimen.

 

Hay muchos, muchos actos de virtud. En Alicante, en Villena, en Sax, en Yecla, en Asturias, en muchas capitales, ciudades y pueblos españoles, huelguistas, dueños el día 13, en algunas el 13 y el 14, de poblaciones no cometieron la menor falta, el más insignificantes delito contra la propiedad privada y contra las personas.

 

En Madrid mismo socorrieron a soldados y guardias civiles caídos del caballo o victimas de algún accidente.

 

Los mineros leoneses y asturianos pudieron anegar o incendiar las minas. No lo hicieron.

 

Es falso que tirotearan y apedrearan trenes. Inexacto el suceso de Ávlia, que se inventó para cohonestar, era incieto.

 

Honrados, honradísimos fueron los huelguistas de Agosto, más honrados que los acaparadores de trigo, de forrajes, de carbón; que los accionistas de los Altos Hornos, que los abogados y consejeros de la Compañía del Norte, precipitadores de la huelga y responsables por la represalias tomadas con el personal, de choques y descarrilamientos de trenes.

 

EL OBRERO BALEAR

Núm. 826, 7 de diciembre de 1917

CRISIS DE SUBSISTÈNCIES