Las subsistencias de producción nacional

 Para tener orientación del grave problema de las subsistencias y estar en condiciones de laborar para atenuar sus efectos, precisa ante todo que los gobernantes, únicos que pueden dictar las medidas, a este fin encaminadas, tengan conciencia clara de las causas generadoras y concurrentes a dicho problema. Una vez que sean conocidas estas causas se sabrá adonde aplicar el remedio y en que ha de consistir este remedio.

 

No habría seguramente problema de subsistencias si hubiera abundancia de artículos alimenticios. La carestía de estos es debido a su escasez y siendo así el problema a resolver es de cantidad y no de carestía, pues ésta desaparece cuando la cantidad supera a las necesidades del consumo. El génesis del mal está pues en la escasez de subsistencias, no en la carestía que no es sino efecto natural de la poca oferta en el mercado.

 

De esto se desprende que en los artículos y materias de primera necesidad que España produce con suficiencia o con exceso para el consumo nacional, tales como el arroz, aceite, legumbres, azúcar, etc., no debiera lógicamente sufrir alza en los precios más que en la proporción al aumento de los gastos de su producción, caso de que los hayan tenido, y de su transporte.

 

Sin embargo, todos estos productos han subido proporciones enormes, el arroz un 100 por 100, y ello solo se explica por la tolerancia y complacencia que los gobiernos han tenido ante los acaparadores y contrabandistas de dichas subsistencias, a las que han dejado exportar al extranjero produciendo luego la escasez y la carestía en España. No siendo así, la oferta habría sido mayor que la demanda en el mercado nacional y por esta causa no se habría producido el alza.

 

Aquí se nota claramente una falta grave de los gobiernos en no asegurar antes que nada el abastecimiento del mercado nacional de todos los productos alimenticios que se producen o fabrican en el país. Pues abastecer, como ha dicho Cristóbal de Castro, es abaratar.

 

Tal conducta del gobierno involucra para él la responsabilidad del encarecimiento de dichas materias y de los conflictos y trastornos sociales que dicho encarecimiento está originando en toda España, y pone de relieve también su falta de sentido social y de patriotismo al posponer y dejar desatendidos los intereses nacionales ante la conveniencia y afán de lucro de unos cuantos agiotistas y acaparadores sin conciencia;

 

Esto no son gobiernos de nación, no tienen espíritu colectivo ni conciencia nacional: son gobiernos individualistas, de puro sentimiento plutócrata. Y gobiernos así no están a la altura de las circunstancias, que imponen como necesidad suprema a los males actuales medidas de gran alcance colectivo o nacional, aunque para ello tengan que resentirse los mismos fundamentos económico-individuales de la sociedad.

 

Estos fundamentos en las presentes circunstancias están en antagonismo con la sociedad misma y, o habrá que sacrificar a la sociedad en beneficio de los intereses privados o estos tendrán que ser sacrificados en orden a la salud y conveniencia públicas.

 

El principio económico que en el actual régimen social determina y regula los precios de las mercancías es la ley de la oferta y la demanda, de tal modo que el valor de los productos puestos en venta aumenta cuando la concurrencia de compradores es mayor que la oferta de aquellos, y disminuye cuando la oferta es mayor que la demanda de los mismos.

 

Aplicando bien este principio a las materias de abundante producción española, prohibiendo y castigando severamente las ocultaciones y acaparamientos y no dejando exportar al extranjero más que una parte del sobrante después de tener rigurosamente asegurado el abastecimiento público en todas las provincias de España, no habría necesidad de poner restricciones a la libertad del comercio ni desorientar al público con el desbarajuste de las tasas, pues la misma preponderancia de productos en venta se encargaría de regular sus precios en razón a la cantidad y, por consiguiente, en beneficio del público consumidor.

 

De lo dicho se deduce que las substancias alimenticias y artículos de primera necesidad de sobrante producción española, pueden y deben abaratarse con solo abastecer suficientemente el mercado, declarar libre y obligatorio el intercambio provincial (para el caso de sobrante cosecha nada más) y perseguir con todo rigor y mediante un servicio especial de vigilancia secreta el contrabando, los acaparamientos, confabulaciones y ocultaciones, declarándolos y castigándolos como delitos de alta traición a la patria y juzgándolos por procedimiento sumarísimo.

 

Para permitirse la exportación del sobrante el gobierno y cada provincia por si han de tener la cierta y absoluta seguridad del abastecimiento en todos los lugares de España.

 

Y con estas medidas pueden abolirse las tasas y dejarse muy libre el comercio: las subsistencias dichas se abaratarán.

 

La cuestión estriba en evitar haya escasez de que lo que España produce con abundancia.

 

EL OBRERO BALEAR

Núm. 835, 8 de febrero de 1918

CRISIS DE SUBSISTÈNCIES