El abaratamiento de las subsistencias
Comedia de los gobiernos y fracaso de sus disposiciones.- Las tasas son
una farsa y un estorbo.- Mentira del principio de autoridad.- El público
burlado y escarnecido.- Hay que municipalizar los artículos de primera
necesidad.
Cuatro años llevamos de guerra y otros tanto hablando inútilmente del
abaratamiento de las subsistencias. Todos los gobiernos que han pasado
por el Poder durante este calamitoso tiempo han hecho la misma comedia
de simular que se preocupaban de este gran problema; al efecto han
dictado disposiciones y más disposiciones y creado Juntas provinciales y
Comisario de Abastecimientos, sin que hayan dado otro resultado que
hacer subir más y más cada día el precio de los artículos alimenticios.
Y es que al dictarse una disposición sobre subsistencias tras ella va el
propósito de no hacerla cumplir. De ahí el fracaso de todas ellas, pues
cuando aparecen en “La Gaceta” son hermosas y salvadoras, pero cuando se
ponen en vigor y el público espera el beneficio práctico ese beneficio
no aparece.
De esto se deduce que los gobiernos quieren embrollar el problema, no
resolverlo. Cuanto más embrollo y desbarajuste legal existe más
deslumbrado se tiene al público y más tranquilos pueden hacer su agosto
los grandes capitalistas y acaparadores que trafican en subsistencias, a
costa siempre de la desdicha del país y miseria de los trabajadores y
clase media. Y este es el único fin que persiguen los gobiernos:
complicar el problema y desorientar al público para poder favorecer a
los poderosos contra los humildes, enriquecer a los allegados y caciques
contra la inmensa mayoría de españoles, ocultando sus propósitos tras un
espejismo de legalidad que en vez de abaratar encarece las
subsistencias.
¿Qué es lo que se ha conseguido con el régimen de las tasas en la forma
que se vienen aplicando? Reducir la producción objeto de ellas y
encarecer los productos, con perjuicio manifiesto de los consumidores y
del pequeño productor, beneficiando en cambio a los acaparadores, que
ocultan las existencias para dejar sentir la escasez en el mercado
consumidor y provocar el alza en los precios, esto si no se les da
salida por otra parte de contrabando, agravando más aun la situación.
Las tasas para dar resultado positivo han de aplicarse escalonadamente
desde el punto de origen de los productos, sin olvidar las primeras
materias, hasta que llegan elaboradas al consumidor. Y aún así serán un
fracaso y un peligro si tras la publicación de la medida en “La Gaceta”
no acompaña una fiscalización oficial activa y enérgica para que se
cumpla en todas partes con el mismo rigor. Pues desde el momento en que
se deja de cumplir la tasa en un pueblo o en una provincia los artículos
tasados afluyen allí donde no hay tasa, en perjuicio de las poblaciones
en donde ésta rige.
Y como resulta que en España y sobre todo en Mallorca, ni las tasas se
aplican escalonadamente ni se hacen cumplir las que se aplican, de ahí
que en vez de sernos un beneficio resulten un factor de perturbación y
una farsa.
¿Y por qué no se cumple la tasa, una vez que lo imponen medidas de
legalidad o de gobierno? Porque no está en los propósitos de quienes
adoptan tales medidas el que se cumplan, y porque el principio de
autoridad es otra mentira y otra farsa cuando las autoridades han de
ejercitar este principio en beneficio de los humildes.
Las tasas en este forma aplicadas son una burla y un escarnio para el
público, el cual ha perdido ya, y con motivo fundado, toda esperanza de
abaratamiento de las subsistencias.
Y no es que no existan las condiciones materiales para resolver, o
atenuar al menos, el problema, lo que falta para su solución son las
condiciones morales: capacidad, voluntad, energía en el gobierno y las
autoridades.
Si en el asunto subsistencias, que es el problema capital de nuestra
nación, puesto que afecta a todos los españoles, se hubiese dedicado el
mismo interés que en la cuestión militar, consignando los 90 millones
que el gobierno ha votado para inútiles reformas del ejército, en
mejorar el estado económico del país, fomentando la producción agrícola
e industrial, regularizando el servicio de transportes marítimos y
terrestres y promoviendo obras públicas de necesidad para resolver la
crisis de trabajo, otra sería la suerte de España y de los españoles y
otro también el aspecto del hoy tan funesto e insoluble problema de la
vida.
Más aunque hayan fracasado ruidosamente todas las disposiciones del
Poder central en el asunto subsistencias, aplicando el gobierno el
veneno por el remedio a la enfermedad, todavía queda una esperanza de
salvación. Los Ayuntamientos dentro su radio de acción pueden hacer
mucho para que las substancias alimenticias se abaraten.
Con buenos propósitos y firme voluntad la Corporación municipal podría
emprender la municipalización, aunque parcial de momento, de los más
indispensables artículos alimenticios. Pan, verduras, pescado y
legumbres, los mismo que el jabón y carbón vegetal, por ser materias de
primera necesidad, podría venderlos por cuenta el Ayuntamiento mediante
contratos directos con los productores de dichas materias y
estableciendo puesto de venta en sitios adecuados en la Plaza de Abastos
y en los diferentes distritos y barrios de la capital. El pan podría
elaborarlo el mismo Ayuntamiento, alquilando algún horno que reuniera
condiciones, y seguramente podría facilitar tan indispensable alimento
al público a precios mucho más económicos de cómo se vende actualmente.
El éxito de la municipalización estriba en que haya dos o tres
concejales que tengan fe en ello y que trabajen con entusiasmo para
alcanzar tan laudable fin.
Buscar el abaratamiento de las subsistencias fuera de la
municipalización, después de los desengaños sufridos con las tasas y
demás obra de los gobiernos en esta materia, es candidez y tontería
rayanos en imbecilidad.
Convenzámonos de ello pues y haga el Ayuntamiento labor municipal de
subsistencias, de carácter práctico dentro el límite de sus atribuciones
legales y de los deberes que le incumben para con el vecindario.
Núm. 840, 15 de marzo de 1918
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