El triunfo de los revolucionarios /
Alejandro Jaume
No podemos negar la impresión dolorosa que nos
causó el hecho de que la mencionada candidatura
no prosperara. Mayor fue aún nuestro dolor al
ver que hombres de la talla de
Lerroux
y de
Melquíades Álvarez se quedaban sin acta a
pesar de presentarse por varios distritos. Ello
ha sido un contratiempo inesperado que servirá
tal vez de experiencia para lo sucesivo y
proporcionará, con el deseo del desquite, base
para futuros triunfos.
Más, visto el resultado total de las elecciones,
proclamar pomposamente el fracaso de los
revolucionarios se nos antoja afirmación
gratuita y desprovista por completo de todo
fundamento.
Precisamente el hecho más significativo que se
desprende de las pasadas elecciones, su
verdadero carácter distintivo, ha sido el
triunfo del espíritu revolucionario allí donde
el sufragio tenía más vida, como en Madrid,
Barcelona, Valencia y Bilbao.
En Barcelona aparecen derrotados, cierto es,
Lerroux,
Giner y Pich, pero en cambio triunfan
Largo Caballero y
Marcelino Domingo los candidatos
verdaderamente revolucionarios que integraban la
candidatura de las izquierdas.
En Madrid ocurrió lo propio. Salieron derrotados
Lerroux,
Melquíades Álvarez y Pallerés, pero
triunfantes
Pablo Iglesias, Castrovido y
Besteiro , o sean los revolucionarios.
Ello demuestra y pone en evidencia de manera
terminante el gran instinto popular. La gran
masa que da sus sufragios a las izquierdas no
está preparada para grandes alternativas, a su
gran simplicidad escapan las conveniencias de
desviaciones de la línea recta; sólo una
trayectoria fija y bien definida, sin curvas y
sinuosidades merece su aprobación.
Por eso no ha regateado sus votos a todos
aquellos que derechamente han encaminado sus
pasos en pos de un ideal; por eso una de las
causas determinantes de la derrota de
Lerroux
ha sido, tal vez, su falta de contacto con las
multitudes cada vez que estas se lanzaban a la
calle empujadas por el dolor o la injusticia;
como ha sido una de las causas de la derrota de
Melquíades Álvarez sus coqueteos palatinos y
su concepto de relatividad de las formas de
gobierno, porque ese relativismo político, como
ha dicho acertadamente Jaime Brossa, no puede
proporcionar la materia prima para dar una
doctrina substanciosa a los pueblos que no se
sienten bien bajo el dominio de ciertas
monarquías.
Claro está que aparte de esos motivos puramente
psicológicos han mediado otras causas que han
favorecido a las derechas. En Barcelona las
izquierdas luchaban en condiciones de manifiesta
inferioridad. El estado de guerra favorece
siempre a las clases conservadoras y priva a las
izquierdas de su única arma de combate: la
propaganda de sus ideales. Bastaba ver como
periódicos no ya revolucionarios como “La
Lucha” sino altamente conservadores como “La
Publicidad” aparecían con sus artículos
políticos totalmente tachados por la censura.
La presencia de Rodés y de
Ventosa en el Gobierno, forzosamente también
había de favorecer a las derechas porque aparte
de los votos que engendra siempre el calor
oficial, toda la protesta de españolismo que
recogía siempre
Lerroux
engrosaba esta vez los sufragios que alcanzaba
la candidatura ministerial de la
Lliga .
De modo pues, que cualquiera que analice
serenamente, sin prejuicios ni parcialidades,
las elecciones pasadas llegará a la conclusión
de que el carácter distintivo de las mismas ha
sido el triunfo del espíritu revolucionario. La
agrupación socialista formará minoría
parlamentaria. Los condenados de Cartagena, por
voluntad nacional, mudarán el sayal de
presidarios por la toga de legisladores. Y esa
habrá sido la sanción, la hermosísima sanción,
que el pueblo habrá dado a las pasadas revueltas
de Agosto reparando con ello, la enorme
trasgresión jurídica cometida, precisamente por
aquellos cuya principalísima misión consiste en
velar por el cumplimiento del derecho.
Núm. 839, 8 de marzo de 1918
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