Alejandro Jaume     Pablo Iglesias y el 1º de Mayo

El 4 de mayo de 1890, desde el pescante de un coche de punto, dirigía Pablo Iglesias, en plena vida, su palabra ardiente de sembrador a la multitud obrera congregada por vez primera para celebrar la fiesta de los trabajadores instituida un año antes en un Congreso celebrado en París. La hostilidad de los pacatos y las coacciones de los patronos, dice Zugazagoitia de quien tomamos estos datos, hubieran podido determinar el fracaso de la Demostración de celebrarse ésta en día laborable. De ahí que, en evitación de probables abusos se eligiera el primer domingo de mayo para celebrar en España ña primera fiesta de los trabajadores.

Han transcurrido 36 años. La labor fecunda de Pablo Iglesias ha rendido ya sus frutos. El 1º de mayo se festeja en todas las provincias. En todos los rincones de España, ejércitos de trabajadores, remozan su espíritu, en este día memorable, en las afueras de las poblaciones, luego de haber concretado, en conclusiones precisas y terminantes, sus aspiraciones del momento. La idea, antes de imponerse sufrió el vilipendio. Sus apóstoles, al propagarla, fueron mordidos por la calumnia. Por eso es de justicia, en esta fiesta, tributar nuestro recuerdo a Pablo Iglesias que ungido por la calumnia y sacrificando su propia libertad tanto ha desbrozado nuestro camino y tanto ha contribuido al auge que ha alcanzado el socialismo.

La causa socialistas aún se discute pero ya no se vence. En los países en donde impera la libertad gana la mayoría de los comicios y frente a los graves problemas planteados en la posguerra en todas las naciones, problemas que delatan la bancarrota de la constitución económica actual, los socialistas, los calumniados ayer como perturbadores del orden, son los únicos que ofrecen soluciones claras y lógicas para resolver de manera viable tales problemas y los únicos también que en estos momentos críticos de fascismo universal no han dejado escapar de sus manos la bandera liberal.

En España el partido socialista aglutinará a todas las fuerzas llmadas liberales el día en que esas fuerzas sientan realmente la libertad, el día en que tengan entereza para renunciar a halagadoras concupiscencias. El partido socialista es el único partido de libertad que queda organizado en nuestra tierra y deber de todo liberal es fortificarse. Desaparecidos los tinglados arlequinescos que tenían montados las viejas oligarquías a base del disfrute alternativo del Poder, como medio de satisfacer los apetitos de las mesnadas, sólo el partido socialista queda en pie como una esperanza y como una realidad. La libertad no ha sido defendida por nadie con el tesón con que ha sido defendida por los socialistas. Nuestros diputados han sido los únicos defensores que han tenido la soberanía del poder civil, cercenada, día tras día, en pleno Parlamento, por los que defendían custodiarla religiosamente. Recuérdense los viriles apóstrofes de Iglesias contra los atentados a la libertad y las oraciones tribunicias de Indalecio Prieto, entre el plebeismo cortesano y grotesco de los demás diputados.

La fiesta que hoy celebramos es una fiesta de libertad. Pedimos en ella la libertad primaria y esencial del hombre: la libertad económica. Y pedimos también, por deserción de sus obligados defensores, la libertad política, la libertad del ciudadano. ¿Cuál otro partido clama en España, en estos momentos, por la libertad?

La figura tan característicamente de Pablo Iglesias estará ausente este año de nuestra fiesta. Su ausencia llenará de duelo el corazón de los trabajadores. Pero su espíritu seguirá vibrando entre nosotros. Esta es la suerte deparada a los grandes hombres: sobrevivir a la muerte, esparramar gérmenes de vida que perpetúen eternamente su espíritu. Ahora mismo acaba de realizarse uno de los sueños favoritos de Pablo Iglesias: la adquisición de una imprenta y bien pronto, a juzgar por la tenacidad de los gestores y por el entusiasmo de todas las Agrupaciones, nuestro “Socialista” podrá ser editado en dicha imprenta. Será ese el mejor tributo que podrá dedicarse a su memoria, porque Iglesias sacrificó a la vida del “Socialista” trozos de su propia vida.

Recordemos todos, en este día de fiesta, la labor de nuestro Apóstol. El recuerdo de su vida ejemplar y abnegada, disipará nuestros posibles desfallecimientos infundiéndonos alientos para la lucha. J.

Alejandro Jaume

EL OBRERO BALEAR nº 1255

1 de mayo de 1926