Correspondencia / Manacor / Huelga zapateros

Terminada felizmente la huelga sostenida por los obreros zapateros el pasado año y normalizada la situación trabajando cada cual en el taller en que pudo y le convino, tres patronos unidos, Melchor Nadal, Bartolomé Nadal y Juan Pont, montaron un taller con el propósito de absorber todo el trabajo de Manacor, pues con capital y crédito que ellos creyeron suficientes para realizar tal propósito.

Los que primero les interesaba era hacer la competencia a determinados maestros y así se comprende el interés que pusieron en que el nuevo taller estuviera próximo al de Juan Miguel, pero todo ello era con el fin de que los oficiales hubieran de recurrir por necesidad al nuevo taller, obligándoles entonces a darse de baja en la Sociedad, consiguiendo así que esta se disolviera, cosa que no habían logrado todos los patronos juntos.

Es la Sociedad de obreros zapateros de Manacor una obsesión para los patronos, como se demostró por las inútiles gestiones que hicieron para quitar a los oficiales el trabajo que de Lluchmayor consiguieron durante la huelga, y como se demostró también cuando llegaron hasta a poner a la venta en la feria y precios baratísimos, el calzado de todos los talleres, solo por hacer daño al maestro que montó el taller y dio trabajo a los huelguistas.

Melchor Nadal, Barolomé Nadal y Juan Pont, ofrecieron al principio grandes ventajas a los oficiales para atraérselos a su taller, llegando hasta a hacer venir a Manacor a un oficial que trabajaba en Felanitx. Pero pronto empezaron a sus intenciones y como primer paso propusieron a los oficiales (y lo consiguieron) cambiar el trabajo a jornal por el trabajo a destajo y entonces los patronos fijaron los precios, sin consultar para nada a los oficiales, aprovechándose de que éstos se hallaban algo cohibidos para solicitar trabajo en otros talleres.

El trabajo en las condiciones impuestas por los patronos era muy penoso y, sin embargo los oficiales sufrían y callaban.

Creyendo, por esto, que ya los tenían dominados, determinaron entonces que los obreros que quisieran seguir trabajando en su taller, habían de darse de baja en la Sociedad. A eso tendían desde un principio Nadal y Compañía y para dar ese golpe habían ido preparando jesuíticamente las cosas.

Los obreros que eran socios, expusieron lo que ocurría en junta general de la Sociedad y como demostraron deseos de luchar a favor de ella, la Sociedad les dio su apoyo, abandonaron aquel taller y sin necesidad de él han tenido trabajo.

En cambio, el taller Nadal y Compañía ha tenido que disolverse. No lo hizo desde luego, por temor al ridículo de tal fracaso, pero, al fin, tuvieron que marcharse cada uno por su lado.

Ahora, uno de aquellos tres patronos sigue en el primitivo local y los otros dos han alquilado otra tienda para poner un nuevo taller.

Poner un nuevo taller es cosa fácil, lo que no es fácil es encontrar obreros, después de haber seguido una conducta como la que han observado estos patronos.

Ya es hora de que acabe la soberbia patronal; ya es hora de que todos se convenzan de que los obreros unidos son invencibles.

Acaten los patronos la justa voluntad de los obreros y encariñense estos cada día más y más con la Sociedad, que es la salvaguardia de sus derechos.

Los patronos que, no convencidos aún de que la Humanidad progresa, intentan seguir tiranizando a los obreros, saldrán con las manos en la cabeza siempre.

Y como lo tendrán bien merecido, todos se reirán a su costs.

Juan Ramis

Manacor y Septiembre de 1910

EL OBRERO BALEAR

Núm. 444, 10 de septiembre de 1910

 

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