LA COOPERACIÓN

¿Son enemigos los socialistas de la cooperación? Si se la considera como un medio de emancipar al trabajador, lo son, y encarnizados; si se ve en ella un simple medio de mejoramiento y quizá el embrión de futuros organismos encargados de distribuir la riqueza, son defensores de ella, aunque no le conceden un papel principal.

Sin embargo, se dirá, la han combatido hasta como medio de mejoramiento. Cierto. El socialismo científico ha tenia la cuna en Alemania, y en este país la cooperación ha sido un lastre muy pesado para esas ideas. Lassalle, el incomparable agitador, defendió las cooperativas de producción auxiliadas por el Estado, y al fusionarse en el Congreso de Gotha lassallianos y marxistas, hubieron éstos de transigir con que se incluyera ese principio en el programa común de la Democracia socialista.

Desde luego los marxistas se propusieron trabajar porque tal reivindicación, absolutamente utópica, desapareciese del programa y al cabo lo consiguieron en 1891 en el Congreso de Erfurt.

Los maravillosos resultados que de la cooperación han tenido los belgas, y el estudio atento de los hechos, sobre todo de los hechos económicos, hizo que se reaccionara contra la enemiga que se tenía a la cooperación, y hoy los socialistas todos, incluso los alemanes, la consideran como un medio de obtener mejoras para el obrero, en la lucha contra el capital comercial, así como las sociedades de resistencia son un medio de obtener mejoras luchando contra el capital industrial.

El obrero es explotado como productor y como consumidor: la resistencia le defiende como productor, la cooperación como consumidor.

Los hechos vienen en apoyo de esta afirmación. Las cooperativas de consumo prosperan, las de producción arrastran vida miserable, y acaban por desaparecer, a menos que vengan a estar como subordinadas a las primeras, produciendo para ellas –no para el mercado- artículos de inmediato consumo.

“Las cooperativas de producción –ha dicho el fundador del Vooruit de Gante- únicamente nos enseñan que el obrero puede pasarse sin patrono y la producción sin capitalista”

Utilizan, pues, los socialistas la cooperación para el consumo; combaten por impracticable la de producción, y si no propagan más la primera es porque no se dan desde luego en todas partes los elementos necesarios para fundar tan delicados organismos.

En efecto, requieren las cooperativas una administración escrupulosa y una dirección inteligente y no surgen como por ensalmo entre los obreros los hombres que posean las condiciones para llevar por buen camino las cooperativas.

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Hemos dicho que los hechos prueban el fracaso de la cooperación para la producción, y vamos a verlo.

Héctor Denis dice que en 1848 existían en París, fundadas y en camino de fundarse, 300 cooperativas de producción; en 1857 había sólo 20, - 9 de ellas subvencionadas por el Estado –y en 1865 quedaban 25, que se redujeron a 7 en 1891. Ribbeno, partidarios de la cooperación, hace saber que 74 organismos de este género existentes en 1885, bajaron a 25 en 1887.

Se nota asimismo que la mayoría de estas cooperativas son realmente sociedades por acciones, que explotan las más de las veces a los obreros sin repartir entre ellos dividendo alguno.

Así debe de ser, pues de otro modo no podrían subsistir en la lucha por el mercado, que exige como condición de vida la explotación desenfrenada del obrero.

EL OBRERO BALEAR

Núm. 317, 22 de diciembre de 1906

 

fideus/