Gabriel Alomar        INAUGURACIÓN DE LA CASA DEL PUEBLO

Mis compañeros los socialistas mallorquines me piden unas palabras dedicadas a conmemorar la inauguración de la Casa del Pueblo.

Por razones largas de explicar, no me ha sido posible hasta ahora sentir ante un edificio comunal mi naturaleza mallorquina. Siempre me he sentido fuera del pequeño mundo de mi isla, aún adorando la gran belleza física de Mallorca. He sido un desarraigado, un desterrado espiritual. Pero bajo la arcada de la Casa del Pueblo, abierta como unos brazos amigos, me parece incorporarme en la verdadera Sala simbólica de mi Ciudad. Nuestro Pueblo, todavía naciente y rudimentario, se me transfigura tal como será en sus futuras edades. Me siento a vuestra mesa como a un cenáculo, en que cada palabra y cada gesto adquieren valor de trascendencia insospechada. Hablo, y más allá de la comprensión literal de las palabras, la vibración cordial me une en fraternidad con vosotros por la conciencia de una misión solidaria.

Y si pudiera volver a la vida muchos años después de la muerte, cuando ya no queda memoria de mi paso por la tierra, sólo por el vínculo de la Casa del Pueblo recobraría la memoria de haber sido hijo de Mallorca.

Hoy, en los días dolorosos que atravesamos, la inauguración de la Casa del Pueblo es un admirable símbolo. Ella nos reconforta, como ofreciendo a nuestros labios el manantial de la única soberanía: el Pueblo. Une el concepto de Casa, idealizando la cordialidad familiar y la vida privada, con el concepto de Pueblo, vida civil, proyección del hombre sobre la Historia. Ofrece como refugio de maternidad común a todos la fusión de ambas vidas, pública y privada, conforme al ideal representado en la palabra socialismo.

Gabriel Alomar

EL OBRERO BALEAR nº 1136

18 de enero de 1924