La huelga de fundidores
Va para diez semanas que están en huelga los
obreros de la fundición de hierro de nuestra
capital, sin que hasta el presente se vislumbre
una solución que ponga término a un estado de
cosas en que la intransigencia patronal es causa
que perdure, en perjuicio de ella misma y de sus
trabajadores.
La lucha entre ambos bandos es tan enconada que
lo mismo patronos que obreros parecen estar
dispuestos a gastarse el último cartucho antes
que verse derrotados. El factor fuerza parece
ser el único elemento mediador para decidir y
resolver el litigio. El bando que más pueda
resistir, el que cuente con más medios de lucha,
éste será el que vencerá.
En estas circunstancias se desarrolla este
conflicto ente el capital y el trabajo, a
ciencia y paciencia de todos aquellos elementos
que, en bien de todos, podrían intervenir o
influir bastante para abrir el camino de una
solución. La prensa, por ejemplo, sin salirse
del terreno neutral podría hacer mucho en este
sentido, estimulando a patronos y obreros, a
que, transigiendo en lo posible unos y otros
pusieran la mejor voluntad para venir a un
arreglo. Las autoridades podrían hacer más aún;
en uso de su derecho podrían llamar y reunir a
una representación de cada parte litigante y
limando asperezas y aunando voluntades tal vez
se conseguiría algo beneficioso para todos.
Cuando nada se consiguiera siempre sería una
buena obra el haberlo intentado. Porque hay que
tener en cuenta que las huelgas muchas veces se
hacen largas más poscuestión de honrilla, por
puro amor propio, que por la materialidad de las
peticiones hechas. El miedo a la humillación y
otros escrúpulos de carácter puramente moral en
más de una ocasión hacen que las huelgas –y a
veces las guerras entre naciones- se hagan
interminables, pues nadie de los contendientes
quiere ser el primero en pedir arreglos ni
siquiera parlamentarios que podrían ser
interpretadas por la parte contraria como actos
de flaqueza.
Por lo que respecta a los obreros huelguistas,
yo que estoy alejado personalmente de ellos, que
no sé más noticias de su lucha que las que
semanalmente publica EL OBRERO BALEAR, que no
creo puedan dudar de mi sinceridad y buena fe
porque saben que soy carne de su carne y que mi
espíritu ha de estar siempre con ellos, yo que
deseo ver terminada esta huelga con una
recompensa positiva a los sacrificios hechos,
yo, en una palabra, que la experiencia me ha
enseñado a conocer prácticamente un poco estas
cosas, he de permitirme hacerles algunas
observaciones para que las estudien y mediten y
tomen de ellas todo lo que les convenga.
Desde luego apruebo en un todo cuanto han hecho
en la huelga que tienen planteada; admiro el
tesón y la firmeza con que están luchando;
aplaudo lleno de satisfacción la estrecha y
unánime solidaridad que mantienen desde el
primer día de huelga; rindo homenaje a su
heroísmo de emigrar a la península antes de
ceder un palmo de terreno. Todo esto es muy
hermoso, muy valiente y muy útil, pero ……
¿conseguirán a pesar de ello el
todo
de sus justas peticiones, o tendrán que
transigir en
algo,
a la postre para dar solución a su huelga? He
aquí lo que deben estudiar con claro
entendimiento después de 10 semanas de huelga
sobre la teoría del “todo o nada”, teoría que lo
que tiene de valiente lo tiene también de
peligrosa cuando se la quiere sostener hasta el
último extremo. El deber de los que llevan la
dirección de una huelga es, en mi concepto,
hacer diariamente una revisión de los valores
reales
de la misma, estudiar y conocer las posiciones
de lucha que ocupa el enemigo, adoptar a las
circunstancias diarias que concurren al
movimiento los procedimientos de lucha,
variándolos a medida que aquellas varían,
mantener siempre viva la fe y el entusiasmo en
los huelguistas, despertar la solidaridad en los
demás trabajadores, procurar obtener y no perder
nunca la simpatía del público a favor de la
huelga y estar en todo momento dispuestos a un
buen arreglo para no tener que sufrir y lamentar
una mala derrota.
Pongo todas estas consideraciones a disposición
de los huelguistas fundidores con la misma
sinceridad y nobleza que yo, en todos los
movimientos de huelga que he intervenido, en
igual conducta me he inspirado, sin que esto
quiera decir que por fuerza tengan que ganarse
todas las huelgas en esta forma dirigidas.
Y mientras dejamos esto al estudio de los
huelguistas y al comentario del público, los
demás trabajadores cumplamos nuestro deber de
soldados de una misma causa practicando hasta el
fin la solidaridad con quienes se sacrifican en
una de las luchas más hermosas del proletariado
defendiendo el pan de sus madres, el de sus
esposas y el de sus hijos.
Lorenzo Bisbal
EL OBRERO BALEAR
Núm. 812, 31 de agosto de 1917
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