Sebastià Crespí Boscana                El Socialismo

De todas cuantas luchas ha sostenido la Humanidad con objeto de hacer prevalecer una idea, ninguna que yo sepa, se ha desarrollado tan rápidamente, ni tan presto se ha extendido por todos los ámbitos del mundo civilizado, como la que sostiene en la actualidad la clase obrera consciente del Universo, en pro del Socialismo.

Esbozada tan solo la actual lucha de clases durante la primera mitad del pasado siglo, porque otra cosa no permitía los conocimientos que de la causa que la produce se poseían en aquella fecha, apenas el claro talento de Marx descubrió la base científica de su razón de ser por consecuencia del desarrollo económico de la producción capitalista, aquella ha tomado tal vuelo, que hoy es sin disputa el problema que más hondamente preocupa a las naciones y el que atrae la atención de las gentes pensadoras.

Lo que cincuenta años atrás, no pasaba de ser humilde manantial, háyase convertido en caudaloso río, ante cuya impetuosidad serán inútiles todos cuantos diques trate de oponerle la burguesía para detener su curso avasallador. 

Y es lógico lo que ha sucedido. A medida que la intensidad de la producción centuplicada por el perfeccionamiento de los inventos mecánicos ha ido desarrollándose, proporcionando al hombre, una masa de productos anteriormente imposible de soñar por lo defectuoso de los elementos productivos con que se contaba, y que parecía natural se resolviera en un mayor bienestar para todos se ha visto que por el contrario, en tanto los medios de vida aumentaban, se engrosaba el número de los que carecen hasta de los indispensable para vivir.

Paralelamente el aumento de cantidad en artículos de consumo, ha seguido un acrecentamiento de miseria en las masas laboriosas que producen cuanto se necesita para la subsistencia y comodidades del individuo, y esta antinomia tenía por fuerza que saltar a la vista y herir vivamente la imaginación de la clase obrera que se preocupa de su malestar, desde que el insigne fundador de la Internacional de Trabajadores le puso al descubierto el porqué sucedía tan tremenda injusticia, señalándole al propio tiempo el camino para repararla.

Y por eso, tan pronto como se hubo demostrado de manera palmaria por Marx y Engels, fundadores del Socialismo científico, que la moderna producción, -que los adelantos técnicos hacían necesariamente colectiva,- continuando siendo acaparada individualmente por los poseedores de los instrumentos de trabajo, era la causa de la injusta distribución de la riqueza, era de prever que un partido que inscribiera en su programa la socialización de los medios de producción y de cambio para dar fin a tal estado de cosas fundara su pinto de apoyo en el hecho de que la evolución del régimen capitalista conduce indefectiblemente a este resultado, había de progresar rápidamente.

Y esto ha sucedido. Hoy cuenta el Socialismo con partidos organizados, en todas las naciones civilizadas y su radio de acción se ha extendido de uno a otro confín del Globo, cobijando bajo los pliegues de la bandera roja, a individuos de todas las razas.

No es extraño; Partido que tiene por lema “la transformación de la propiedad individual o corporativa de los instrumentos de trabajo en propiedad colectiva, social o común” interesa por igual a todos los explotados de la tierra y por eso se afilian a él lo mismo europeos que asiáticos; igual los africanos, que los nacidos en América o Oceanía. Donde quiera que la explotación capitalista pone su planta, allí brota un partido socialista, no obstante lo difícil que resulta siempre, el hacer comprender a las muchedumbres lo necesario de cualquier cambio radical, aunque haya de redundar en provecho suyo.

Hubiérase tratado de cualquiera otra doctrina política o religiosa que nos hubiese afectado al medio económico y al igual de las que hasta al presente han servido para hacer las revoluciones que han conmovido a los pueblos, se habría circunscrito a determinado país, o a lo sumo extendiéndose por las naciones que pueblan una determinada raza.

Y es que, ahora como siempre, los dos grandes problema que interesan de una manera absoluta a los hombres lo mismo que a los demás seres orgánicos de la Naturaleza, son los que atañen a la conservación y reproducción de la especie.

Por eso el Socialismo, que tiende a facilitar la satisfacción al individuo de estas dos grandes necesidades fisiológicas, es el que en definitiva ha de triunfar.

De la clase asalariada, dependen que sea más o menos pronto.

Sebastià Crespí

EL OBRERO BALEAR

Nº 232, 1 de Mayo de 1905