Si nos hubiéramos rendido

Memoria Civil, núm. 25, Baleares, 22 junio 1986

Lorenzo Villalonga

Mallorca necesitaba una victoria, porque tantos años de paz nos habían aburguesado y hecho egoístas y mezquinos. Gracias a la guerra, hoy empezamos a afirmarnos a nosotros mismos. Los pueblos, como los deportistas, necesitan estar en forma. Oswaldo Spleger lo ha notado. Es necesario militarizarse de vez en cuando para destruir las vegetaciones parásitas de la pequeña política, para que los hombres aprendan a ofrecer sus vidas y las mujeres sus alhajas ...

Pero no son consideraciones psicológico-morales, sino de orden práctico y a ras de tierra, las que quiero exponer ahora. Si nos hubiéramos rendido ante aquel avión que una mañana de julio, sin previo aviso -caso insólito en una campaña militar- arrojó cuatro bombas sobre la ciudad abierta de Palma, ¿qué hubiera ocurrido?. Juntamente con las bombas cayeron proclamas en las que, después de amenazarnos con el bombardeo acabado de realizar -que así es de embrollado el mando de los rojos- se aconsejaba a los soldados que no obedecieran a sus jefes y se exigía la reposición de las autoridades gubernamentales y democráticas.

Es muy sabido que las autoridades democráticas no han podido gobernar nunca sin el empleo de los fusiles. Abominan de ellos, pero lo utilizan, al contrario de los Mussollinis y los Hitlers, que los aman y no tienen necesidad de emplearlos. Durante el bienio, Azaña y comparsa adularon al pueblo para ametrallarlo seguidamente en Casas Viejas.

Los fusilamientos son el corolario que sigue a la indisciplina. El liberalismo, creadro (sic) en ciencias y en artes, es cruel en política y no subsiste sino a costa de ejecuciones que son su complemento. De otro modo caería en la amargura completa. Pues bien, esto, la anarquía es lo que nos brindaba la Generalidad, dispuesta a volcar sobre Mallorca los derechos de todos los barrios chinos del Mediterráneo. Porque reponen a las autoridades gubernamentales y destruir la fuerza armada y disciplinada en que estas se apoyan, equivalía a entregarnos en manos de las hordas, precisamente, lo que ocurre en Cataluña y Madrid. Nadie dudará que Azaña, Giral y Companys no pintan ya nada en los destinos del país. Los comités los mantiene en los ministerios a fin de conservar ante el extranjero una apariencia de legalidad y ellos se prestan al juego por temor y -en tiempo de guerra hay que emplear palabras muy precisas- porque carecen de vergüenza.

El terror, los robos y asesinatos es lo único que -aún contra su voluntad- hubieran podido ofrecernos las autoridades gubernamentales. Ello constituía el primer número del programa.

El segundo número no era más halagüeño. Porque, si para evitar la guerra, nos hubiéramos vendido, a estas horas nos veríamos obligados a hacer la guerra contra España a las órdenes de los marxistas y seríamos aniquilados junto a Huesca o Zaragoza, como lo han sido ya doce o catorce columnas ... Las personas que tienen dignidad piensen que nos aguardaba la deshonra, Las que no la tienen, mediten en la muerte.

Por último, quedaba un tercer número no menos cruel que los anteriores, el de la reconquista. España hubiera tenido que apoderarse nuevamente de Mallorca. Nuestra situación hubiera sido análoga a la de esos pobres catalanes de Son Servera, que, al ver a nuestro ejército, intentaron volver a sus barcos y fueron tiroteados desde ellos. En la crisis entre el terror rojo y el empuje español, media Mallorca hubiera resultado destruïda.

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Estas desaliñadas consideraciones no pretenden sino fijar la atención mallorquina acerca de lo que debemos al ejército y al fascio. Y recordar que el General Goded, al disponer el alzamiento, nos salvó el honor, la independencia y la vida.

 

LORENZO VILLALONGA

EL DIA, 9 septiembre de 1936.