Pep
Vílchez
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Sombra aquí, sombra allá |
En un clima de evidente indignación ciudadana, en
un contexto de descreimiento generalizado hacia
la política y los políticos, continúan aflorando
en nuestra comunidad nuevos datos, procedentes
de investigaciones policiales y de la Agencia
Tributaria, que relacionan a altos cargos de
Unió Mallorquina con presuntas anomalías de
carácter delictivo que han provocado el
surgimiento de un nuevo paquete de imputaciones
vinculadas al caso denominado "Operación
Maquillaje".
Estos hechos se agregan a un complejo panorama, de
difícil solución, que implica una indudable
desestabilización de la gobernabilidad de las
principales instituciones insulares, al estar
imputados miembros del Govern y del Parlament
Balear –incluida su presidenta–, del Consell
Insular de Mallorca y del Ayuntamiento de Palma.
La extensión de las sospechas, acumuladas en
distintos casos, afecta a un nutrido grupo de
cargos públicos hoy imputados procedentes de las
filas del Partido Popular y de Unió Mallorquina,
lo cual nos muestra la faz de una legislatura,
–la que pilotaron Jaume Matas desde el Govern
Balear, Maria Antonia Munar, desde el Consell
Insular y Catalina Cirer, desde el Ayuntamiento
de Palma–, que no puede dejar de calificarse
como vergonzosa y calamitosa.
Ellos son los máximos responsables políticos de la
escandalosa experiencia vivida y los partidos
que les dieron cobertura el vehículo
imprescindible para dar pie a la situación
comentada. Sobre ellos debe caer la
responsabilidad de la vergüenza acumulada, día
tras día, en un sinfín de irregularidades de
puro escalofrío. Las víctimas: todos los
ciudadanos y un Pacto de Progreso al que no han
dejado gobernar arrastrándolo hacia la
impotencia.
En su día, los resultados electorales
proporcionaron un mapa político balear
endiablado y que ofrece escasas posibilidades a
la hora de encauzar la crisis institucional
existente. La herencia de la pasada legislatura
aparece como un inmenso lodazal del cual no
dejan de surgir deformidades que ponen en tela
de juicio la honorabilidad de buena parte de los
políticos que la protagonizaron, con especial
relevancia y protagonismo de los miembros
dirigentes de las formaciones señaladas.
Hoy, tanto el PP como el PSOE carecen de la
representatividad suficiente como para gobernar
las principales instituciones en solitario, y,
no es difícil adivinar, que un pacto PP-PSOE
seria añadir mayor confusión e inestabilidad al
no poseer ni respaldo popular ni credibilidad
política. De producirse un pacto contra natura,
el PSOE, sus dirigentes, abrirían la puerta a un
escenario donde un partido con múltiples
escándalos e irregularidades en su haber,
limpiaría sus impurezas lo que facilitaría su
vuelta al poder en el 2011 y, a su vez, dejaría
en la estacada a sus socios, el Bloc per
Mallorca, el cual si algo posee en su ejecutoria
es la evidente honestidad de sus cargos
públicos.
Unió Mallorquina continúa situada en el fiel de la
balanza y, esta posición intermediaria, la misma
que ha posibilitado otorgar un inmenso poder a
su menguado grupo, continúa ensombreciendo y
lacerando la vida política insular. En la
solución de la crisis provocada por esas
derechas, continúa pesando ese inmenso poder
arbitral que la aritmética electoral ha otorgado
al escuálido partido de la señora Munar y, de la
misma manera que ese poder puede haberse
utilizado para desarrollar actividades ajenas a
la Ley, ahora puede ser utilizado para
desestabilizar todas las instituciones donde se
posee peso específico como instrumento defensivo
de aquellos que están en el punto de mira de la
justicia. Pero el principio del fin nos anuncia
el único final razonable: que caiga sobre ellos
el descrédito y todo el peso de la Ley.
Si Unió Mallorquina fuera lo que dice ser –un
partido nacionalista– sacrificaría sus
responsabilidades institucionales para facilitar
una solución que permitiera finalizar con este
bochornoso espectáculo. Y eso sólo es posible
retirando de la vida pública toda –si, toda– la
cúspide dirigente sospechosa de cometer
numerosas irregularidades y, entonces, podría
ser posible rehacer el buen nombre de nuestras
instituciones democráticas y centrar los
esfuerzos de nuestros representantes en la
urgente tarea de trabajar en pos de los
intereses generales y, primordialmente, hacer
frente a los graves problemas derivados de la
crisis económica que provocan paro y miseria a
un buen numero de ciudadanos.
UM debe renovar profundamente sus estructuras y
ofrecer nuevas caras que puedan pasar la prueba
del algodón de la honradez. De lo contrario,
lógico seria que los ciudadanos, los electores,
tomaran buena nota y en las próximas contiendas
electorales les situaran donde merecen: en el
basurero de la historia.
Diario de Mallorca
08/12/2009
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