Recientemente, Ivo de Boer, secretario de la ONU sobre el clima, ha reprendido públicamente al ex presidente del gobierno español, José María Azar, por sus manifestaciones negando la trascendencia de los efectos del cambio climático. Sin pelos en la lengua De Boer ha sentenciado: Aznar pronto verá el Sáhara por su ventana si no se actúa contra el cambio climático. Si en su momento fue Mariano Rajoy quien, a través de unos criterios aprendidos de un primo suyo, minimizó los efectos del calentamiento global – que afecta a medio planeta - es ahora el controvertido ex presidente popular quien se sumerge en la disputa al considerar que el que se dediquen recursos al fenómeno es científicamente cuestionable. Las manifestaciones de Aznar se dieron en el contexto de la presentación del libro Planeta Azul (no verde) del presidente checo Vaclav Klaus, en el cual se defienden tesis negacionistas en relación a los efectos del calentamiento global. En dicho acto, en línea con el autor señalado, Aznar critico a los que denominó abanderados del apocalipsis climático. Si turbio era ya el perfil político de Aznar cabe señalar que su contorno siniestro crece de manera sostenida. De la mentira pura y dura de las “armas de destrucción masiva” como excusa para la invasión y guerra de Irak, pasando por la utilización electoralista de trágico atentado del 11M hasta llegar hasta la complacencia con la utilización del espacio aéreo español para el ilegal traslado de presos al ignominioso campo de concentración de Guantánamo – con lo que supone de complicidad con una de las vergüenzas más reseñables del nuevo siglo – sólo le faltaba llegar a negar la necesidad de que los gobiernos dediquen recursos y esfuerzos a paliar los efectos destructivos del cambio climático para redondear su opaca imagen. Por suerte para todos, la época de Bush y Aznar ha pasado a la historia y nuevos vientos se abren camino allá en norteamérica con la llegada de Obama y aquí con el nuevo, aunque insuficiente, sesgo que el gobierno de Rodríguez Zapatero ha impregnado a la hora de enfrentarse con los graves retos que la globalización ha emplazado. Criticar el que se destinen miles de millones de euros para revolver un problema que, según Aznar, “quizá tengan o no nuestros tataranietos es una más de las irresponsables contribuciones que el significado personaje aporta a la ceguera política y al despropósito reaccionario. Por todo ello, cabe señalar que, José María Aznar, pese a contar con el inestimable respaldo de su esposa, Ana Botella, la cual, para mayor escarnio, ocupa la plaza de delegada de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Madrid, atesora una creciente animadversión que le manifestamos todos aquellos que poseemos un atisbo de indignación hacia el desprecio que los Aznar, Botella o Vaclav Klaus manifiestan hacia los efectos negativos del galopante deterioro del medio ambiente o hacia el incuestionable respeto por la estricta aplicación de los derechos humanos. Palma, 19 de diciembre, 2008
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