Ante mi condena

Cuatro años y pico de destierro me suma la condena recaída sobre mía a consecuencia del primer juicio oral celebrado en esta Audiencia Provincial el día 15 del mes pasado, y otro tanto presumo ha de tocarme por la otra causa cuya vista ha de tener lugar el próximo día 12 del corriente mes. En total unos nueve años.

Claro está que echar a uno de su tierra nativa por nueve años, en donde se tiene una familia creada con más o menos garantía para atender, mediante el trabajo, a su sostenimiento, en donde se goa de amistades antiguas y de simpatías personales que se enlazan con una idea honradamente sentida y propagada y en donde uno tiene la mitad de su vida consagrada al servicio de esa idea, claro está, repito, que nueve años de destierro tienen un sabor bastante amargo. Decir lo contrario sería insinceridad.

 

Pero a pesar de ello no me arrepiento de haber escrito y publicado las hojas sueltas causa de mi condena, antes al contrario, tengo una satisfacción interna de haberlo hecho y ese goce espiritual será siempre el contrapeso de las amarguras que pueda correr en el destierro. Y no es que sienta porque su ese goce interior, no, me lo produce el convencimiento de haber hecho un bien a la causa obrera, bien que se apreciará en toda su intensidad dentro de pocos años, pues cuanto dije en aquellas horas es realidad viva, es tan exacto que estoy seguro, me consta personalmente que hasta gran parte del mismo personal que trabaja y parece adicto al Sr. Estrany está en espíritu sublevado contra él y no tardará mucho en darle una lección que no espera.

Por otra parte, combatir un sistema de explotación tan desusado y cruel como el que tenía establecido en su fábrica el Sr. Estrany, aunque fuese en forma acre y violenta era una necesidad, un deber ineludible que se imponía a todo hombre de ideales de redención proletaria. Si yo cumplí ese deber (y las simpatías y el cariño que la clase obrera me otorga demuestran que sí) ¿cómo no he de estar satisfecho de ese deber cumplido? ¡Qué supondrán unos años de destierro ante esa tranquilidad del alma!

Pero el motivo principal de este artículo no es esto, yo he cogido la pluma para otra cuestión para mí más importante.

A mí me han llegado noticias de que antes de tener lugar la primera vista hubo quien, a espaldas mías, se interesó por mí gestionando con ciertas personas allegadas al Sr. Estrany para que alcanzasen de éste una especie de misericordia o perdón, por piedad a mi esposa e hijos, a quienes incluso se proyectaba, también a espaldas mías, presentar a los pies del señor Estrany para que le movieran compasión. El proyecto no se llevó a cabo no sé porque razón, tal vez sería por miedo a que mi familia se negara a inferirme semejante ultraje.

Sé también que hay otras personas que esperan se haya celebrado el otro juicio para interponer sus influencias y amistades cerca de Estrany para que, una vez reparada su dignidad mediante el fallo condenatorio del Tribunal, me otorgue el perdón.

Si todas estas personas que tanto se preocupan por mí obran por espontáneo impulso de su corazón, si no hay una segunda intención en sus propósitos, si es un sentimiento de generosidad o de simpatía personal hacia mí lo que les mueve, yo, que también tengo alma y corazón, les agradezco mucho el bien que quieren hacerme; pero tengan en cuenta que yo también poseo mi dignidad y que a ella se une otra dignidad mayor: la dignidad de la causa que defiendo. Y esas dignidades unidas y personificadas en mí en esta concreta cuestión, son y serán siempre tan sagradas que todo intento de perdón o indulto que pueda mancillarlas será por mí considerado como una ofensa, que rechazaré, venga de quién venga.

Conste, pues, que cuanto se ha hecho y cuanto se intente hacer sobre este particular no tan sólo no lleva ni llevará mi visto bueno, sino que en el caso de que el Sr. Estrany me otorgase el perdón, ya fuese por espontaneidad suya ya por instigaciones o influencias de otros, no me consideraré nunca en el caso de tenérselo que agradecer ni siquiera privarme en lo más mínimo de combatirle, cada vez que a mi juicio lo merezca.

Lorenzo Bisbal

EL OBRERO BALEAR

Núm. 791, 7 de abril de 1917

El judici de can Estrany