Habilidades sofísticas En el número 481 de EL OBRERO BALEAR, se publicó un modesto trabajo mío, en el que trataba de demostrar que es insostenible la idea de un dios creador ante la ciencia moderna y a tal erecto, en el núm. 248 de La Aurora , semanario que se publica en Manacor, he leído una serie de sinrazones que dicho semanario carcunda ha soltado, queriendo refutar los argumentos de mi artículo. Diréle primero al respetable Sr. Revenjoli en lo que se refiera a mi idoneidad literaria y científica, que es insignificante, pero la suficiente para poder competir con ventaja con él, en una polémica de esta naturaleza. Dice así por sentado, de que creo poseen los conocimientos suficientes para deshacer sus sofismas y coordinar con la necesaria ilación los argumentos, para que todos los compañeros que leen este semanario, me entiendan con claridad, fin que nos guía a todos los que algo escribimos en los periódicos socialistas, ya ve pues el Sr. Revenjoli de que carecen de fundamento lo que sobre el particular afirma. ¡Ah! Olviábanse de advertir al mentado señor, que en una cosa somos superiores los que en semanarios socialistas colaboramos, en ser educados en nuestros modales, ya que nunca tenemos el mal gusto de calificar de la manera tan católica como lo hace el citado Sr. Revenjoli, que por lo evangélico supongo tendrá, el oficio de cura. Y vamos a contestar a la senda crítica en el mismo orden en que se expone en el citado semanario. En lo que dice de que cite los párrafos de las obras de Lavoisier, Galileo …, etc, en donde ellos tratan de probar de que no hay dios, debo replicar, que no es así como debe argumentarse, pídame el Sr. Revenjoli como Lavoisier pudo demostrar por medio del experimento la indestructibilidad de la materia y con mil amores, le indicaré la obra donde podrá ilustrarse sobre el particular y dar de lado a la Sagrada Escritura, en estas cuestiones, que a lo sumo puede dársele el valor histórico, muy relativo en lo que se refiere a las comunidades cristianas y al espíritu que las informaba. ¡Del modo como acabó sus días el insigne químico! ‘Oh! ¡Los humanitarios y elevados sentimientos católicos del articulista como se rebelan! ¡Cómo se indigna ante la injusticia cometida! ¡Cómo sus píos y caritativos sentimientos se desbordan ante la víctima! Seguramente que con su anatema también confundirá a los instigadores del fusilamiento de Ferrer y de las otras víctimas y entonces nosotros le haremos caso. Pero, no. Que paréceme verle torcer el gesto y proclamar con santa indignación que se le tenían bien merecido; el uno, por hereje y los otros, por profanadores de las cosas sagradas. Y ¿Qué nos dice de la noche de San Bartolomé en Francia? Y ¿de lo de los actos de fe en España? Y ¿de lo que hizo la Iglesia con los sabios Galileo y Giordano Bruno? De este modo qu ya ve Sr. Revenjoli a lo que queda reducido su cita, a una acusación contra si mismo. Ptolomeo, Copérnico, Galileo, Kleper. Es aquí donde V: pone de manifiesto su mala fe, su santa intención al exponer el sistema de Ptolomeo, al no indicar las certificaciones que ha sufrido dicho sistema a consecuencia de los adelantos de la ciencia. Como los lectores de La Aurora –mejor sería crepúsculo- deben comulgar con ruedas de molino, trátales de hacer tragar que la tierra es el centro del universo alrededor de la cual se mueven los demás astros encubriendo desde luego su piadosa intención, en que no ignoro dicha teoría. ¡Que agudeza de ingenio Sr. Revenjoli! Pero quedamos en que la tierra no es más que una planeta insignificante. Se lo digo, porque parece que en el calor de la réoplica, equivocadamente de seguro, afirma lo contrario y en que la tierra gira alrededor del sol. Todos los argumentos que aduce el dulce señor Revenjoli, en contra de la teoría de la evolución de las especies, es la afirmación rotunda y escueta, la afirmación ante sí y porque sí, de que tal cosa no es verdad, he ahí pues la refutación que hace a la obra del citado sabio El origen del hombre. Pero, no. El sabe a ciencia cierta que el insigne naturalista era un fervoroso creyente y a tal efecto, nos endilga un entrecamado, atribuyendo la paternidad al expresado sabio. Eso sí, no se cuida poco ni mucho de indicarnos de donde ha copiado la indicada declaración. Creo que está en el derecho de pedirme a mí, de que cite obras y hasta los párrafos y que él se encuentre exento de tales pequeñeces. Pruebas al canto. Que expongo la razón de la indestructibilidad de la materia demostrado por Lavoisier, con decir el que dios creó la materia en principio, de que la Santa Escritura y la fe católica así lo afirman, se queda tan fresco y orondo, ya que está convencido haber probado lo contrario. Yo no quiero seguir su camino, y si como argumento saca a relucir la confesión de fe de Darwin, yo le opondré la declaración por el hecha de que no era otra. En Socialismo y Ciencia Política de Ferri, dice el insigne sabio, “después de cuarenta años, los estudios científicos le habían llevado a ser ateo”. De modo que el señor Revenjoli queda lucido con la afirmación de que Darwin era un fervoroso creyente. En donde el atento Sr. Revenjoli demuestra desconocer por completo el asunto y que ni por referencia lo conoce, es en éste. Sabido es que Engels en su obra El origen de la familia de la propiedad privada y del Estado toma por bases las investigaciones que sobre el origen de la familia a efectuado Morgan, para deducir las consecuencias que son del caso y que Morgan no es socialista ni nada que se le parezca, no hay siquiera que decirlo, es un sabio dedicado por completo a una capacidad de estudios y por anto no es socialista como V. dice. Si en las otras pretendidas refutaciones no se ve más que la obra del sofista que procura por todos los medios escurrir las dificultades ved aquí como se produce: Dice que si nosotros sacamos la misma consecuencia de que la familia no ha sido instituida por Dios, ya que evoluciona, la misma consecuencia puede sacarse dice él, y por tanto puede afirmarse de que uno no es hijo de su madre puesto que desde que nació no ha dejado de evolucionar, pero lo que no ve o no quiere ver el humorístico Sr. Revenjoli es la trascendencia del principio sentado al determinar por medio de un proceso natural el origen de la familia. Si se prueba las leyes a que han obedecido las transformaciones de la familia, si se demuestra su origen sin intervención de una voluntad sobrehumana, implica por tanto que esta serie de fenómenos no obedecen más que a leyes naturales. Si Darwin demuestra que los seres vivos en sus diferentes especies, no son más que grados distintos de la gran evolución orgánica y de que los claros para el enlace de las diferentes especies actuales, corresponden a otras tantas especies extinguidas, probado esto con datos, ¿qué haremos del paraíso de Adan y Eva y de todo la demás monserga que los católicos nos quieren hacer tragar? ¡Pobre Sr. Revenjoli¡ ¿Qué apuros pasaría para convencer a un público distinto de los lectores de La Aurora! Procura aquí quitar importancia, mi amable contradictor, al principio demostrado por Marx, de que la actual sociedad, no es más que un grado de desarrollo de las diferentes en que ha ido desenvolviéndose la humanidad, obedeciendo a leyes naturales que en todo momento es posible determinar y así modificar una vez bien conocido. De ahí se deduce, que eliminados los motivos que mantienen el actual estado de cosas, se implantará otra civilización, el Colectivismo, el que elevará el estado de instrucción de la generalidad a un grado tal, que hará imposible la publicación de semanarios del año de nuestro colega. La Sagrada Escritura Es en la interpretación de los citados libros, donde la crítica moderna puede apreciarse de haber obtenido una victoria completa. Diferentes escuelas teológicas se han dedicado a un examen concienzudo del Nuevo y del Viejo Testamento, poniendo de manifiesto sus contradicciones y sus errores. Moisés, el conductor del pueblo de Israel en la fuga de las persecuciones de que era víctima, escribió las tablas de la ley dictada por Dios en lo alto del monte Sinaí, según referencia de las Escrituras sagradas. Pues bien, como obra de Dios, debía ser perfectas, dichas leyes debían manifestar la suma sabiduría de quien las dictó y resulta que, después de detenido examen de las expresadas tablas, se ponen de manifiesto contradicciones en su espíritu, así como hay diversidad de caracteres en su contenido, por lo cual, es imposible atribuirlas a un solo y único autor y de ahí se deduce, como consecuencia, que no hubo tal Moisés que hiciera los expresados caracteres, ni un Dios que dictara tales leyes, siendo así que se equivoca como cualquier mortal. Si en las tablas de la ley se ha podido probar lo infundado de su origen, la crítica ha dado también de lado la relación de los milagros que en los expresados libros se refieren, así como ha podido determinar en la forma que los profetas hacían sus profecías En el exámen del Apocalipsis de San Juan, se ha podido determinar la fecha en que fue escrito y por tanto, las profecías que contiene no son tales, sino una serie de relatos de cosas anteriormente sucedidas y que el autor hace en el supuesto de que la profecía citada aparece hecha antes del suceso acaecido, aunque en realidad, está hecha después, lo que explica la manera cómoda que habían encontrado los profetas de adivinar el futuro. Pero si hacían esto, era con el propósito de preparar el ánimo a fin de que con la exactitud de la primera parte, hacer pasar la falsedad de la segunda. Así es que al final de la relación de todos estos hechos pasados, vaticinaban una cosa que ha ellos les convenía, como por ejemplo, si pertenecían a un pueblo oprimido, señalaban su pronta liberación, o bien anunciaban la venida pronta de su redentor etc. De una manera tan gráfica está expuesta la forma de confeccionarse los Apocalipsis en un trabajo de F. Engels, publicado en la Reviste Socialiste de 1903, que no puedo resistir la tentación de copiar el siguiente párrafo: “Todos los Apocalipsis se atribuyen el derecho de engañar a sus lectores. Generalmente están escritos por personas distintas de las que figuran como autores, gente que ha vivido en época posterior a la fecha en que aparece el documento; esto ocurre, por ejemplo, con el libro de Daniel y el de Henoch, los Apocalipsis de Esdra, de Baruch, de Jude, etc.; los libros sibilinos, los cuales no profetizan los hechos hasta después que han pasado y son perfectamente conocidos de los profetas. De esta forma es como en el año 146, poco tiempo antes de la muerte de Antioco Epifanio, el autor del libro de Daniel hizo predecir a Daniel, reputado vivo en la época de Nabucodonosor, que el pueblo de Israel se libraría de todas las tribulaciones que padecía y saldría victorioso. Si el Apocalipsis de Juan es realmente obra del que figura como autor, constituye la única excepción en la libertarua apocaliptica “ Después de lo dicho, ya no le queda al Sr. Revenjoli medio para acogerse a la Sagrada Escritura, no ya como autoridad científica, que ha sido siempre insostenible, sino como autoridad moral, una vez que se ha probado sus contradicciones y el que está compuesto de una serie de relatos inverosímiles, probablemente falsos unos, y otros de un valor puramente histórico. Una vez puesto en evidencia la inexactitud en los argumentos aplastados por el Sr. Revenjoli; y su mala fe e ignorancia en ciertos extremos de la discusión sustentada, creóme relevado de insistir más sobre el particular. Núm. 487, 15 de julio de 1911
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