Ignacio Ferretjans                Justificando mi actitud                                                                

Atendiendo, como es debido, al requerimiento que me hace el camarada Jaume desde las columnas de EL OBRERO BALEAR en su bello artículo “Un llamamiento a la concordia” voy a señalar con toda sinceridad cual es mi situación política y sindical en el momento presente.

Es para mi indispensable recordar aquellos momentos en que un núcleo de jóvenes entusiastas solicitamos un puesto en las filas socialistas. Nuestra actitud no obedeció al impulso que nos pudiera dar los conocimientos teóricos del socialismo; en su mayoría desconocíamos, casi por completo, las obras más selectas de los grandes maestros. Nuestra actitud fue todo entusiasmo hija de las circunstancias especiales en que se desenvolvía el régimen capitalista en la post-guerra. La gigantesca ola revolucionaria que amenazaba con destruir todas las fortalezas capitalistas nos arrastró hacia las filas del ejército proletario. ¡Que felices momentos! Nuestro espíritu se mantenía en alta tensión debido a la poderosa influencia de la Revolución Rusa. En toda la prensa del partido veíamos demostraciones de adhesión y simpatía al hecho ruso.

Nadie negará que el gesto sublime del proletariado ruso conmovió al mundo. ¡Quien no recuerda aquellos artículos de EL OBRERO BALEAR firmados con el seudónimo Teniente San Carlos. ¿Qué más podíamos pedir en defensa de la Rusia roja? En aquella prensa, en aquellos artículos sublimes empezamos a forjar lo que en el futuro tenía que ser la base de nuestras convicciones. La Juventud Socialista llegó a reunir más de un centenar de jóvenes.

Pero las cosas dieron un cambio radical al plantearse el problema de adhesión a la III Internacional. Hubo división de opiniones; el brioso Teniente San Carlos juntamente con la mayoría de su estado mayor discreparon con sus soldados (que éramos los jóvenes entusiastas) y de dicha contienda nació el Partido Comunista en el cual he pertenecido hasta fines de Marzo del corriente año en cuya fecha estaba desempeñando un cargo dentro del comité de la Federación Catalano-Balear.

Separado voluntariamente de las filas comunistas (no es éste el lugar apropiado para detallar las causas) regresé a Mallorca completamente decepcionado y con una profunda crisis ideológica. ¿Debía colocarme al margen de las luchas sociales? Lo intenté, pero me venció el espíritu díscolo e inquieto. Me lancé otra vez a la pelea. Solicite el ingreso a la Sociedad de albañiles El Trabajo y fue atendido. Sabía de antemano que dicha entidad pertenecía a la Unión General y como resultado venía obligado a respetar y cumplir los acuerdos de dicho organismo. Mi actitud en esta cuestión fue el resultado de una larga experiencia; reconozco que la Unión General es hoy el único organismo nacional que tiene personalidad propia y descansa sobre bases inconmovibles. Al reconocer sus excelentes condiciones no quiere decir que esté compenetrado con sus dirigentes cuya conducta política tiene mucho por discutir en las presentes circunstancias.

Estoy de acuerdo con el camarada Jaume en lo que concierne al bloque único de todas las fuerzas obreras. Esta es una de las orientaciones que debe ser preferida por los organismos obreros.

Referente a la consigna de unidad sindical iniciada en Palma por el Sindicato Metalúrgico, debemos reconocer que se trata de una consigna internacional, lo prueba, el que las Trades Unions Inglesas, que cuentan con cinco millones de adherentes se hayan coaligado con los sindicatos rusos, para llevar a feliz término la consigna del frente único internacional.

Mi actitud ha sido de adhesión sin reservas a tan magna iniciativa. Como resultado, los amigos socialistas me han obsequiado con un rabioso rosario de improperios. Mi gestión ha sido por ellos calificada de perturbadora. ¿Por qué causa?

¿En qué se fundan los socialistas para emprender la campaña de desprestigio contra mi persona? Si durante mi propaganda hubiera vertido frases molestas contra la Unión General o contra el Partido Socialista estaría plenamente justificada dicha campaña. Mientras esto no ocurra, vuestra actitud será injusta. A veces la pasión enturbia nuestra vista y llegamos a creer que, desprestigiando al adversario sale ganando nuestra causa. Descender al terreno personal es lanzarnos de cabeza al fango confundiéndonos con los bajos fondos del periodismo burgués. El hombre es un grano de arena dentro el inmenso Océano social. Ojalá el llamamiento a la concordia lanzado por el camarada Jaume llegue al corazón de todos los hombres que, en estos momentos, no están exentos de responsabilidad.

Ignacio Ferretjans

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NUESTRO COMENTARIO

No creemos que el compañero Ferretjans haya respondido plenamente al requerimiento del camarada Jaume. Este decía: “Quien intente influir en la orientación de las fuerzas obreras está obligado a señalar, con claridad y precisión, el camino que deben seguir, a juicio suyo, esas fuerzas, para conseguir su redención. Yo suplico al compañero Ferretjans que en las columnas de EL OBRERO BALEAR exponga sus puntos de vista, su actitud, su pensamiento, con toda claridad …”

¿Es esto lo que ha hecho Ferretjans en el precedente artículo? No lo creemos. ¿Dónde está la orientación que señala a las fuerzas obreras? ¿Dónde están sus puntos de vista doctrinales? ¿En qué párrafo está el pensamiento táctico que a su juicio debería seguir la organización obrera para alcanzar la redención del proletariado? No acertamos a verlos.

La idea de unidad sindical, única que expone Ferretjans y de la que nos ocuparemos en ulteriores artículos, no es un programa, ni siquiera un método: es un principio básico de fuerza material nada más, que necesita moverse sobre una idea, sobre una doctrina, y sobre un plan.

Por consiguiente, lo que interesaba que dijera Ferretjans, dejando a parte personas, si no es personalismo lo que le guía, es a ver que ideas son las suyas en materia sindical, si acepta o no los principios de organización, de doctrina y de método de la Unión General de Trabajadores de Baleares y de España tienen establecidos en sus Estatutos, y si no los acepta, en qué funda sus discrepancias y cual es el organismo nacional que responde a sus pensamientos. Esto es lo que hay que tratar con claridad, compañero Ferretjans, si es que deseamos desvanecer recelos y llegar a la deseada concordia, lo cual creemos posible aún dentro la discrepancia honrada, que casi siempre es saludable si no degenera en odiosos personalismo.

Sobre el hecho ruso pensamos ahora lo mismo que pensábamos cuando escribíamos con el seudónimo de “El Teniente San Carlos”. Con Kerenski y con Lenin estimamos y defendimos aquel hecho como propio del proletariado y del Socialismo, lo único que nos dividió ¡seamos nobles en confesarlo! Fue la política del Partido Comunista ruso y de la Tercera Internacional al pretender imponer a todos los partidos socialistas del mundo las famosas 21 condiciones, que hicieron más daño al proletariado y a la propia revolución rusa que las acometidas de la burguesía mundial. Aceptábamos entonces como mal necesario y transitorio la dictadura en Rusia para consolidar los principios de su revolución, pero la dictadura sobre los partidos socialista y sobre el proletariado de los demás países, que estaban en circunstancias completamente diferentes, en manera alguna. Aquello, compañero Ferretjans, fue una gran equivocación de la que se han derivado funestísimas consecuencias.

Sobre que le hemos llenado de improperios porque defendía la idea de la unidad sindical, es esto injustificado, gratuito. A cualquier cosa se podría llamar improperio. El considerar perturbadora su campaña no es insulto ni personalmente ofensivo, es simplemente una apreciación que tiene sus fundamentos en una realidad reconocida por el propio Ferretjans. El dice: “reconozco que la Unión General es hoy el único organismo nacional que tiene personalidad propia y descansa sobre bases inconmovibles … “ ¿A que viene pues esa campaña pro-unidad? ¿Qué lógica es la suya si aquí no hay más que un organismo nacional serio, con personalidad y de sólidas bases? ¿Con quien va a realizar la unidad la Unión General si no hay otro organismo que tenga esa personalidad, según reconoce el compañero Ferretjans? ¡Cómo no ha de ser perturbadora su campaña si empieza por carecer de lógica!

Además, la Unión General estableció un criterio sobre esta cuestión en su último Congreso, criterio que no hace muchas semanas fue puesto de manifiesto en estas misma columnas por la Ejecutiva de la UGT de Baleares, y nosotros entendemos que el ser fieles a dicho organismo exige acatar sus acuerdos y seguir sus normas, sin perjuicio de discutirlas y cambiarlas en las asambleas pertinentes. Y lo que hace Ferretjans, a nuestro juicio, es hacer campaña contra esas normas desviando de ellas e induciéndolas a la indisciplina, a las Sociedades que por desconocimiento de la cosa y por sentimentalismo prestan, debido a su campaña. Adhesión al proyectado Congreso de San Sebastián, que ya sabemos, los que estamos en el secreto de la cuestión, por quien es organizado y a lo que va ese congreso.

Que la consigna de la unidad es internacional y que las Trades Unions inglesas se han coaligado con los sindicatos rusos, tampoco es exacto. La consigna de la unidad sindical es obra de los comunistas rusos, como lo fue el fracasado frente único, y las Trades Unions, que pertenecen a la Internacional Sindical de Amsterdam, han celebrado conversaciones con los sindicatos rusos, pero no han dicho la última palabra en cuanto a la proyectada unidd.

Por todo lo expuesto entendemos que la campaña de Ferretjans, con ser ilógica no ha de reportar ningún bien a la causa obrera y en cambio puede contribuir a la desmembración de la Unión General, es decir, a desunir lo que hoy está unido.

Si al compañero Ferretjans le guía la buena fe, y así hemos de aceptarlo depués de explicada su actitud, quisiéramos que meditara bien sobre el caso y que, aprovechando este momento de crisis ideológica en que dice se halla, proyectara su actitud futura sobre el plano de ideales prácticos y fecundos para la causa del proletariado, huyendo del platonismo engañador y del radicalismo exagerado, que nunca permiten hacer obra positiva. Porque ya es hora, compañero Ferretjans, de que consideremos a la organización obrera como algo serio y digno de cauces estables y fructíferos. Se ha jugado demasiado a sindicatos y a revoluciones vocingleras para quedarnos peores que el gallo de morón, pues ni siquiera el derecho a cacarear nos ha dejado el fascismo, producto del coco revolucionario.

EL OBRERO BALEAR nº 1270

13 de agosto de 1926