La tiranía del Gobierno llevada al extremo de cohibir al pueblo,
oprimiéndole y no dejando a las masas que proclaman la paz, manifestarse
en el mitin ni en la prensa, ha dado lugar a que en algunas poblaciones
se declare la huelga general cruzándose algunos encuentros entre los
huelguistas y la fuerza pública, y con este motivo, hemos obtenido y el
“hallazgo” de suspensión de las Garantías Constitucionales.
Estos desmanes de los gobernantes de hoy, agitadores, revolucionarios,
terroristas de ayer que desde la oposición amenazaban al Mauser con la
dinamita, no pueden pasar ante nosotros sin que a esta manada de
“sinvergüenzas” –como cierto periódico militar los califica- hablemosles
claro.
Si, hay que hablarles claro a estos farsantes que en Alcoy, Alicante y
por doquiera que encontraban quien les escuchase, inducían a los
ciudadanos a la rebelión, excitándoles a imponer su actitud al tiránico
modo de obrar de los conservadores, si, hay que decirles la verdad a
estos embusteros que prometían a las Sociedades obreras llegar –cuando
cogieran el poder- a las aspiraciones de las ideas más avanzadas.
Hay que decirles que recuerden cuando, con su frívola y superflua
verborrea, nos presentaban al Trono como una cosa abstracta al pueblo,
prometiendo que los “demócratas” harían al rey del pueblo por creer que
desde el Jefe del Estado hasta el último polizonte no deben ni pueden
dar un paso sin contar con la venía de la opinión pública.
Palabras textuales.
Pero ahora resulta que después de todas esas ofrendas, esta novillería
gubernamental, desprovista de criterio para manejar las riendas del
Poder y olvidando la profusa lista de reformas progresivas que figuraban
en su amplio programa, sigue la cruel y desenfrenada política de los
tiranos, como ellos mismos les llamaban y combatían de la misma forma
que nosotros les llamamos y combatimos a él y nos lanzan a una guerra de
conquista en terrenos inexplorables –salvo para unos cuantos usureros-
donde nuestros hermanos, nuestros hijos, nuestros compañeros del trabajo
fallecen a centenares por las balas del enemigo, como lo demuestran los
rudos combates que a diario suceden.
Así cumple el compromiso de honor este gobierno cobarde, o mejor dicho,
Canalejas; sin tener en cuenta que el sentarse en la
“poltrona” lo debe al desenfreno de la ira popular que resurgió por la
bárbara represión de los “dictadores” del 1909; y olvida que quedó
comprometido a no emprender acción guerrera en el Riff, al dar por
sentado que los sucesos de la “Semana
Trágica” fueron debidos al despótico proceder de un gobierno que se
lanzó a las aventuras belicosas sin la previa aquiescencia del país.
¿Puede negar nadie lo que dejamos apuntado? No.
Pues siendo cierto todo lo dicho, ¿por qué razón se atreve este hombre
falaz a decir que le injurian y calumnian?
No hay tal injuria ni calumnia; no es injuria ni calumnia afirmar que
Canalejas fue el primero en apreciar de criminal la conducta
de Maura, como no
lo es sostener que contra la voluntad del pueblo, a la chitacallando,
llama hombres y más hombres a filas, y, como que no hace nada, los manda
a Marruecos sabiendo que nadie quiere la guerra.
También dirá que es calumnia recordarle que se llamó “socialista”,
¡socialista! ‘Vaya un socialista que dice que la huelga es siempre
justa, y sostiene que los obreros lo merecen todo, y acto seguido
suspende las Garantías Constitucionales porque ciudadanos honrados piden
la paz y se declaran en huelga!
¡Qué delito tan grande pedir la paz! …
Nadie se asuste ir a la cárcel por pedir la paz; pues don que ennoblezca
tanto, jamás podrá conceder
Ya quisiera para él un título de tanta gloria el Presidente del Consejo
de Ministros, para cambiarle por el de poseedor del palacio de la calle
de las Huertas.
No es ya sola la “vieja propietaria” del antiguo palacio la que odia a
Canalejas. El pueblo español se asocia a la venerable
anciana, y le promete hacer frente al enemigo cruel.
Con Canalejas tiene el pueblo que hacer lo mismo que con
Maura. Se lo
tiene merecido.
Ante los desplantes de tiranos que no nos dejan hablar, el país no puede
permanecer pasivo. Callemos, pues, y obreros antes que la sangre de
nuestros hijos inunden los cauces del Kert.
No hablemos en contra de la guerra porque se nos prohíbe decir ¡abajo la
guerra! El único consuelo que nos queda es que no se nos puede prohibir
que pensemos en contra de la guerra.
(1)
Este artículo debía aparecer en estas columnas cuando el Sr.
Canalejas se
“dignó” suspendernos las Garantías Constitucionales.
Lo retiramos entonces por creer que se sobre él caería el lápiz rojo,
pero hoy lo insertamos gustosos y para complacer a cierto elemento de
Palma que se queja de no ver la serie de artículos sobre “
Núm. 501, 28 de octubre de 1911
Denunciados
El número de
EL OBRERO BALEAR
de la semana pasada fue objeto de una denuncia por parte del Sr.
Gobernador al juez de una artículo que publicamos titulado
Por esto se le ha procesado, dejándole en libertad por algunos días,
pidiéndole la fianza de mil pesetas.
Núm. 502, 4 de noviembre de 1911
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