La Guerra de Marruecos (1)

 

La tiranía del Gobierno llevada al extremo de cohibir al pueblo, oprimiéndole y no dejando a las masas que proclaman la paz, manifestarse en el mitin ni en la prensa, ha dado lugar a que en algunas poblaciones se declare la huelga general cruzándose algunos encuentros entre los huelguistas y la fuerza pública, y con este motivo, hemos obtenido y el “hallazgo” de suspensión de las Garantías Constitucionales.

 

Estos desmanes de los gobernantes de hoy, agitadores, revolucionarios, terroristas de ayer que desde la oposición amenazaban al Mauser con la dinamita, no pueden pasar ante nosotros sin que a esta manada de “sinvergüenzas” –como cierto periódico militar los califica- hablemosles claro.

 

Si, hay que hablarles claro a estos farsantes que en Alcoy, Alicante y por doquiera que encontraban quien les escuchase, inducían a los ciudadanos a la rebelión, excitándoles a imponer su actitud al tiránico modo de obrar de los conservadores, si, hay que decirles la verdad a estos embusteros que prometían a las Sociedades obreras llegar –cuando cogieran el poder- a las aspiraciones de las ideas más avanzadas.

 

Hay que decirles que recuerden cuando, con su frívola y superflua verborrea, nos presentaban al Trono como una cosa abstracta al pueblo, prometiendo que los “demócratas” harían al rey del pueblo por creer que desde el Jefe del Estado hasta el último polizonte no deben ni pueden dar un paso sin contar con la venía de la opinión pública. Palabras textuales.

 

Pero ahora resulta que después de todas esas ofrendas, esta novillería gubernamental, desprovista de criterio para manejar las riendas del Poder y olvidando la profusa lista de reformas progresivas que figuraban en su amplio programa, sigue la cruel y desenfrenada política de los tiranos, como ellos mismos les llamaban y combatían de la misma forma que nosotros les llamamos y combatimos a él y nos lanzan a una guerra de conquista en terrenos inexplorables –salvo para unos cuantos usureros- donde nuestros hermanos, nuestros hijos, nuestros compañeros del trabajo fallecen a centenares por las balas del enemigo, como lo demuestran los rudos combates que a diario suceden.

 

Así cumple el compromiso de honor este gobierno cobarde, o mejor dicho, Canalejas; sin tener en cuenta que el sentarse en la “poltrona” lo debe al desenfreno de la ira popular que resurgió por la bárbara represión de los “dictadores” del 1909; y olvida que quedó comprometido a no emprender acción guerrera en el Riff, al dar por sentado que los sucesos de la “Semana Trágica” fueron debidos al despótico proceder de un gobierno que se lanzó a las aventuras belicosas sin la previa aquiescencia del país.

 

¿Puede negar nadie lo que dejamos apuntado? No.

 

Pues siendo cierto todo lo dicho, ¿por qué razón se atreve este hombre falaz a decir que le injurian y calumnian?

 

No hay tal injuria ni calumnia; no es injuria ni calumnia afirmar que Canalejas fue el primero en apreciar de criminal la conducta de Maura, como no lo es sostener que contra la voluntad del pueblo, a la chitacallando, llama hombres y más hombres a filas, y, como que no hace nada, los manda a Marruecos sabiendo que nadie quiere la guerra.

 

También dirá que es calumnia recordarle que se llamó “socialista”, ¡socialista! ‘Vaya un socialista que dice que la huelga es siempre justa, y sostiene que los obreros lo merecen todo, y acto seguido suspende las Garantías Constitucionales porque ciudadanos honrados piden la paz y se declaran en huelga!

 

¡Qué delito tan grande pedir la paz! …

 

Nadie se asuste ir a la cárcel por pedir la paz; pues don que ennoblezca tanto, jamás podrá conceder la Naturaleza.

 

Ya quisiera para él un título de tanta gloria el Presidente del Consejo de Ministros, para cambiarle por el de poseedor del palacio de la calle de las Huertas.

 

No es ya sola la “vieja propietaria” del antiguo palacio la que odia a Canalejas. El pueblo español se asocia a la venerable anciana, y le promete hacer frente al enemigo cruel.

 

Con Canalejas tiene el pueblo que hacer lo mismo que con Maura. Se lo tiene merecido.

 

Ante los desplantes de tiranos que no nos dejan hablar, el país no puede permanecer pasivo. Callemos, pues, y obreros antes que la sangre de nuestros hijos inunden los cauces del Kert.

 

No hablemos en contra de la guerra porque se nos prohíbe decir ¡abajo la guerra! El único consuelo que nos queda es que no se nos puede prohibir que pensemos en contra de la guerra.

 

(1)  Este artículo debía aparecer en estas columnas cuando el Sr. Canalejas se “dignó” suspendernos las Garantías Constitucionales.

 

Lo retiramos entonces por creer que se sobre él caería el lápiz rojo, pero hoy lo insertamos gustosos y para complacer a cierto elemento de Palma que se queja de no ver la serie de artículos sobre “La Guerra de Marruecos” que venimos publicando,

 

EL OBRERO BALEAR

Núm. 501, 28 de octubre de 1911

 

Denunciados

 

El número de EL OBRERO BALEAR de la semana pasada fue objeto de una denuncia por parte del Sr. Gobernador al juez de una artículo que publicamos titulado La Guerra de Marruecos, del cual es autor nuestro compañero Agustín Pérez Ferrando, profesor de la escuela de la Federación de Sociedades Obreras.

 

Por esto se le ha procesado, dejándole en libertad por algunos días, pidiéndole la fianza de mil pesetas.

 

EL OBRERO BALEAR

Núm. 502, 4 de noviembre de 1911

Veure : Guerra del Marroc