¿DE QUÉ ESCRIBO?
Teniendo deseos de colaborar en el número
extraordinario de
EL OBRERO BALEAR
con motivo de
la fiesta del 1º de Mayo, me disponía la otra
noche a escribir un artículo. Apenas había
tomado la pluma, me pregunté: ¿De qué escribo?
¿Diría algo de la significación de la fiesta del
trabajo para ver de conseguir convencer a alguno
de esos trabajadores que en vez de asistir a los
actos que las sociedades organizan, se trasladan
al campo creyendo de este modo dar cumplimiento
a tal significación? ¿Repetiría una vez más la
necesidad indispensable de que los trabajadores
palmesanos ingresen en las sociedades de
resistencia único medio para conseguir su
emancipación moral y material? ¿Pondría de
manifiesto lo que representaría para la causa
del trabajo, el que las diversas sociedades de
resistencia que existen en Palma procedieran a
la reorganización del “Centro de Sociedades
Obreras” con la base de vivir todos bajo un
mismo techo, con un local suficientemente útil,
desarrollando multitud de proyectos que hoy
duermen por no estar en condiciones para
llevarlos a la práctica? ¿Fustigaría a esa
Juventud mallorquina, sin ideales, insensible a
todo movimiento de ciudadanía que nada se
preocupa, que no siente, convirtiéndose
inconscientemente en montón de carne anónima?
¿Señalaría la vergüenza que representa para la
clase obrera de Palma el que en el Ayuntamiento
no tenga asiento un trabajador tan necesario en
estos tiempos de carestía de subsistencias,
crisis de trabajo y tantos problemas en que la
corporación municipal ha perdido el tiempo
haciendo una burla sangrienta a los desheredados
de la fortuna? ¿Comentaría la
simpatía
y el
cariño que de poco tiempo a esta parte ha
tomado a las organizaciones obreras y sus
hombres más significados, el estudiante de
Economía, desterrador de obreros, embarcador de
concejales, cuñado de
Romanones y Gobernador
civil señor Alonso Martínez? ¿Anatemaria a los
causantes
de la premeditada y criminal guerra
europea haciendo votos para su total
aplastamiento y liberación de pueblos como belga
y triunfo total de las naciones que defienden la
honra y libertad de la humanidad? ¿Pediría, en
fin, a la clase obrera toda, que se preocupase
con serenidad de la situación actual cuyas
consecuencias, incalculables para el
proletariado, obligan a mirar el porvenir
puestos los ojos en el ideal de redención
combatido por una casta que se cree superior a
las demás, teniendo la pretensión de someter a
la humanidad por la fuerza a sus instintos de
dominación universal? Cansado, sin saber que
tema desarrollar, apenado de pensar la fuerza de
que hoy dispone la clase obrera y de la que
podría disponer si los obreros se asociaran,
apagué la luz y me metí en cama recordando las
sublimes palabras de aquel apóstol de la
humanidad que se llamó
Carlos Marx:
¡Trabajadores de todos los países: uníos!
Núm. 794, 1 de mayo de 1917
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