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REVOLUCIÓN DE ASTURIAS DE 1934 | |||
La Revolución de Asturias de 1934 fue una insurrección coordinada entre las diferentes fuerzas de izquierdas asturiana, entre cuyos objetivos principales se cifraban la abolición del sistema republicano establecido por la Constitución de 1931 y su sustitución por un régimen socialista. Fue un episodio que ocurre dentro de un proceso más amplio que ocurrió en en conjunto de España y se denominó Revolución de 1934. La alianza obrera de la UHP [editar]En Asturias la CNT mantenía una postura más proclive a la formación de alianzas obreras que en otras zonas de España. De esta manera esta organización y la UGT habían firmado en marzo un pacto con el que estuvo de acuerdo la FSA, federación del PSOE en Asturias (mucho más cercana a las posturas del partidario de la revolución Largo Caballero que la del moderado Indalecio Prieto)[sin referencias], fraguando la alianza obrera plasmada en la UHP surgida el mes anterior. A La UHP se le irían uniendo otras organizaciones obreras como el BOC, la Izquierda Comunista y finalmente el PCE. Desarrollo de la revolución
Los mineros disponían de armas y dinamita, y la revolución estaba muy bien organizada. Se proclama en Oviedo la República Socialista Asturiana y se ataca a los puestos de la Guardia Civil, iglesias, ayuntamientos, etc. estando a los tres días casi toda Asturias en manos de los mineros, incluidas las fábricas de armas de Trubia y La Vega. A los diez días, unos 30.000 trabajadores forman el Ejército Rojo. Hubo actos de pillaje y violencia no achacables a la organización revolucionaria, aunque la represión fue muy dura donde los revolucionarios encontraron resistencia. Desde el gobierno consideran que la revuelta es una guerra civil en toda regla, aún desconociendo que los mineros empiezan a considerar en Mieres la posibilidad de una marcha sobre Madrid. El gobierno adopta una serie de medidas enérgicas. Ante la petición de Gil-Robles comunicando a Lerroux que no se fía del jefe de Estado Mayor, general Masquelet, los generales Goded y Franco (que tenía experiencia al haber participado en la represión de la huelga general de 1917 en Asturias) son llamados para que dirijan la represión de la rebelión desde el Estado Mayor en Madrid. Estos recomiendan que se traigan tropas de la Legión y de Regulares desde Marruecos. El gobierno acepta su propuesta y el radical Diego Hidalgo, ministro de la Guerra, justifica formalmente el empleo de estas fuerzas mercenarias, en el hecho de que le preocupaba la alternativa de que jóvenes reclutas peninsulares murieran en el enfrentamiento, por lo que la solución adoptada le parece muy aceptable. Durante la revolución de 1934 la ciudad de Oviedo quedó asolada en buena parte, resultan incendiados, entre otros edificios, el de la Universidad, cuya biblioteca guardaba fondos bibliográficos de extraordinario valor que no se pudieron recuperar, o el teatro Campoamor. También fue dinamitada La Cámara Santa en la Catedral, donde desaparecieron importantes reliquias llevadas a Oviedo, cuando era corte, desde el Sur de España. El general Eduardo López Ochoa, comandando las fuerzas militares gubernamentales, se dirigió a apoyar a las tropas sitiadas en Oviedo, y el coronel Juan Yagüe con sus legionarios y con apoyo de la aviación. Oviedo quedó libre al poco tiempo y poco después Gijón. Tanto la liberación de Asturias como la represión posterior fueron muy duras. En La Felguera, y en el barrio de El Llano de Gijón se llegaron a dar breves experiencias de comunismo libertario:
De las 23 penas de muerte inicialmente proclamadas como consecuencia de esta revolución, el presidente Niceto Alcalá Zamora conmutó 21: sólo fueron ejecutados el sargento Vázquez (entre otras cosas, había volado un camión con 32 guardias civiles), y "Pichalatu", un misógino el cual había matado a siete mujeres aprovechando los disturbios. Por su parte, el destacado político republicano Salvador de Madariaga, varias veces embajador y ministro, hacía la siguiente reflexión:
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