Labor revolucionaria

La más grande labor revolucionaria que los jóvenes socialistas podemos realizar, en bien propio y de nuestro ideal, es la que se refiere a la educación e instrucción de nuestra clase, especialmente de la infancia.

En elevar la cultura y el nivel intelectual de la clase irredenta debemos consagrar, a mi entender, la mayor parte de nuestra virilidad, y de nuestras ejercias juveniles.

Sólo así, conseguiremos regenerar a la sociedad presente. Sin los dos factores, educación e instrucción, que juzgo como principales, los pueblos permanecerán pequeños intactos, serán cuerpos sin vida, incapaces de toda iniciativa e inadoptables a todo progreso.

Vanos e inútiles y hasta contraproducentes serán todos los esfuerzos que se hagan para capacitar a los individuos y a las sociedades, si previamente no se les instruye, no se les educa sino se tiene en cuenta, ante todo, su estado intelectual.

Querer emancipar sin instruir y educar es la mayor de las imposibilidades. La ignorancia es la que resigna los espíritus, la que abdica de la libertad y mantiene en pié toda iniquidad y toda injusticia.

Esperar del Estado, de la Provincia y del Municipio el pan espiritual, sería como esperar del maná el cotidiano sustento.

Es, pues, misión ineludible y de imprescindible necesidad, que los jóvenes socialistas hagan suyo este problema.

Y lo haremos nuestro creando escuelas y fomentando los establecidos; difundiendo libros, folletos y periódicos; organizando conferencias que versen sobre Agricultura, Higiene, Alcoholismo etc y demás actos de carácter instructivo, hablando en todos ellos motivo para poner de relieve la bondad de nuestras doctrinas, medio el más expedito para arraigarlas; haciendo esto y mucho más que sería prolijo enumerar haremos revolución práctica, positiva, indestructible.

Y a eso le llamo yo, revolución sin sangre, sin cruentos sacrificios.

Lluchmayor agosto 1911

Juan Monserrat

(De la Juventud Socialista)

EL OBRERO BALEAR

Núm. 493, 26 de marzo de 1911

 

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