No formarse ilusiones

 Mi elección de concejal de nuestro Ayuntamiento y la atmósfera que ya antes de ella y con motivo del asunto Estrany se había formado en derredor mío, dándome un nombre y una popularidad –lo digo sin modestia- dignos de méritos superiores a los míos, han hecho que una parte de público y principalmente la clase obrera se hayan formado la ilusión de que mi entrada en el Consistorio ha de dignificar poco menos que la salvación de Palma. Muchos son los que creen que yo allí dentro he de resolverlo todo, que no pasará inmoralidad ni abuso que yo no descubra, que los chanchullos y compadrazgos se habrán acabado y que, en una palabra, debido a mi fiscalización, la administración municipal, será un modelo de pulcritud y honradez.

 

Los que así discurren y cuantos están a la expectativa o hacen calendarios sobre el alcance que podrá tener mi labor municipal, ya sena obreros o no, conviene, si no quieren sufrir decepciones de las que sólo ellos serían los culpables, que pongan sus juicios más en armonía con la realidad, que sus anhelos, que sus esperanzas, que sus ilusiones estén en relación y guarden equilibrio con lo que de sí pueden dar mis escasísimas facultades intelectuales y mis posibilidades de tiempo. No se imagine nadie que yo pueda hacer milagros porque no soy ningún santo ni jamás los santos y todo hicieron milagros.

 

Piensen los que se imaginan que mi actuación municipal ha de ser de un relieve extraordinario que a la edad de 9 años mis padres me sacaron de una escuela pueblerina, (soy natural de Alcudia), en donde aprendí cuatro letras nada más, para dedicarme al oficio de pastor, primero, luego (hasta la edad de 13 años en que nos trasladamos a Palma y aprendí el que poseo) a otras rudas labores del campo. Desde entonces no he pisado más escuelas ni he tenido más profesores que me instruyeran y educaran.

 

Este dato exactísimo que aduzco puede y deber dar la meda a todos, a amigos y adversarios, de la potencia intelectual que acompañará a mi labor edilicia.

 

No se olvide tampoco que un hombre que tiene una familia constituida, con cuatro hijos pequeños, sin más patrimonio de vida ni otro sostén que un trabajo mal retribuido, debiendo realizar jornadas de diez a doce horas como hacemos los zapateros para que el salario alcance a poder entretener las necesidades del hogar, el tiempo que puede distraer uno en asuntos municipales no es mucho para estar bien enterado de cuanto ocurra en el Ayuntamiento y estudiar las necesidades comunales y el modo de aplicarlas remedio.

 

A todo esto añádase los trabajos de organización obrera, de propaganda, de periódico y el tener que llevar abrumadora  correspondencia particular, todo ello también fuera de las horas de trabajo, y se llegará en conocimiento de cuales pueden ser mis heroicidades en el Consistorio.

 

No, señores no hay derecho lógico de formarse ilusiones ni de cifrar grandes esperanzas en mi actuación edilicia. No profeticéis nada si no queréis ser víctimas de vuestros propios delirios. Yo me conozco a mi mismo y se hasta donde pueden llegar mis fuerzas y si vosotros me ponderáis más fuerte y más poderosos de lo que en realidad soy me inutilizáis a mi y preparáis vuestro propio desengaño.

 

Yo entraré, si, al Ayuntamiento con una voluntad fuerte y unos propósitos muy honrados; yo velaré cuanto pueda para que se haga una buena administración; yo procuraré que los contratistas y empresarios de la casa cumplan los compromisos contraídos; yo laboraré para que se abaraten las subsistencias y se persigan y castiguen con mano dura a los falsificadores de los alimentos; yo procuraré que los presupuestos se confeccionen con arreglo a las verdaderas necesidades de la población y a una tributación justa y equitativa; yo pediré que se suprima la guardia municipal montada, por inútil y demasiado costosa; yo combatiré como pueda todo favoritismo, toda inmoralidad administrativa y todo abuso que descubra; yo no pediré nunca favores ni empleos para amigos ni parientes ni para nadie; yo no votaré jamás un céntimo para banquetes ni fiestas ridículas; yo apoyaré con mi voto y mi modesta palabra cualquiera iniciativa o proposición que juzgue buena, venga de donde viniera; yo pondré empeño en que los empleados cumplan su obligación, sean de la categoría que fueren, como estaré a su lado para apoyarles en sus derechos y en sus demandas de justas mejoras; yo no me someteré a nada ni a nadie, en fin, que no sean los dictados de mi conciencia y durante todo el tiempo que sea concejal no me aprovecharé ni de un mal pedazo de papel para escribir una carta.

 

Todo esto y tal vez algo más si que pienso hacerlo, pero a medida de mis escasas fuerzas y sin asegurar el éxito más que en aquello que dependa de mi solo. Lo demás dependerá del voto de la mayoría de concejales, que yo no se como piensa ni lo que hará-

 

Un factor importante, por no decir el principal, para que la administración municipal se lleve por vías de rectitud y acierto, es que el vecindario mismo se interese de la labor de sus administradores, exigiéndoles la renuncia de la concejalía si lo hacen mal y alentándoles en su conducta si lo hacen bien.

 

Por mi parte siempre tendré el acta a disposición de mis electores.

 

Lorenzo Bisbal

 

EL OBRERO BALEAR

Núm. 825, 30 de noviembre de 1917

   1917 / Llorenç Bisbal Regidor de l'Ajuntament de Palma