Dos palabras para D. Manuel Fiol

 No se me oculta que los abogados, en el ejercicio de su sacerdocio, tienen que desempeñar, a veces contra su voluntad, misiones difíciles y antipáticas que repugnan a la conciencia pública y a la suya propia. Uno de esos trances poco gratos para el letrado habría sido sin duda el tener que llevar obligatoriamente la acusación y pedir una condena contra los tres procesados que el día 15 del actual nos sentaremos en el banquillo.

 

Pero desde el momento en que la acusación privada es un acto voluntario que todo abogado puede rechazar, el letrado que la acepta y la lleva a término demuestra una de estas dos cosas: o que le es agradable el cargo de acusador o que hace de él un modus vivendi. Si el Sr. Fiol en el juicio de referencia hallábase en el primer caso ¿ a qué mostrarse tan apenado por tener que acusarnos, si nadie más que los dictados de su libérrima voluntad y de su conciencia le habían impuesto aquella, según él, tan ingrata misión? Y si hallábase en el segundo, esto es, si acusaba únicamente por vivir y medrar a costa del dinero del Sr. Estrany, ¿con qué autoridad, con que derecho pudo el Sr. Fiol llamar vividores a tres zapateros que siempre han vivido (emplazo al acusador de Estrany a que demuestre lo contrario) de su trabajo honrado?

 

Al injuriarnos a los procesados el Sr. Fiol llamándonos vividores cometió un delito igual a los muchos que acumuló contra nosotros. Y eso de emplear la injuria para perseguir y castigar a la injuria misma no tan sólo es un arma que vuelve contra el mismo que la esgrime, sino que en el Sr. Fiol puso de relieve que, lejos de estar apenado por verse en el trance de acusarnos, como dijo él, aceptó la defensa de Estrany precisamente para tener ocasión de insultarnos y ofendernos.

 

Lorenzo Bisbal

 

EL OBRERO BALEAR

Núm. 790, 24 de marzo de 1917

El judici de can Estrany