Gabriel Alomar i Villalonga  

  Gabriel Alomar

 

                           Mi catalanismo

Me pongo a escribir con la íntima conciencia de que hoy cumplo un deber personal. No olvido mis orígenes de escritor, ni mi naturaleza de catalán, en el amplio sentido de la palabra … Ignoro si mis trabajos de escritos castellano serán para mis lectores la garantía de mi imparcialidad.

Estoy convencido de que en la apreciación corriente del catalanismo se comete un error de principio. Se confunde la cuestión de hecho con la de derecho. Se toma como base de licitud o ilicitud una realidad … porque una cosa es la naturaleza étnica de mi país y otra su estado político en virtud de las leyes. Los conceptos nación, nacionalidad, idioma, pertenecen al orden científico y la voluntad humana no puede modificarlos. En cambio, las relaciones políticas de unidad, unión o separación entre diversos países dependen de la convención humana.

No quisiera recordar ahora la absoluta libertad de opinión constitucionalmente reconocida. Conste, de todas maneras, que, aún desde el punto de vista puramente ideológico, el anarquismo representa un grado de subversión mucho mayor que los nacionalismos locales; porque aquél afecta a la totalidad política de los Estados, y éste únicamente a un aspecto de ellos. Con todo, nadie discute hoy la licitud, no ha a llamarse anarquista; y, en cambio, se niega licitud, no ya a la opinión separatista, sino a la nacionalista. Negar la parte es considerado más pecaminoso que el negar el todo.

Lo que me interesa decir, por ahora, es que la única lucha eficaz contra los separatismos locales estriba en combatirlos en el terreno de la libertad. Hay aquí una paradoja interesante y una profunda lección. Hablemos sobre ella.

La política no es otra cosa que la relación entre dos elementos: primero, el impulso individual, universal y humano; segundo, el colectivo, intermediario o patriótico, en sus grados diversos, rivales entre sí. Cuando uno de esos grados adquiere una hipertrofia a expensas de otros, el remedio consiste en exaltar el impulso universal y humano, a manera de apelación. Y como el verdadero elemento de cohesión universal es la libertad, la superioridad en las luchas entre colectividades estará de parte de la que tenga superior sentido de libertad. 

La ley natural de la historia es la integración; no el separatismo. El progreso humano consiste en el aporte gradual de uniones cada vez más amplias; pero esas uniones se constituyen precisamente para mejor garantía de la libertad individual; para que la sección de los grupos dirigentes se realice sobre mayor tasa.

La progresiva liberación de las clases, y, por tanto, la progresiva conciencia individual de libertad, es una serie de recursos de apelación a los organismos superiores o más vastos contra los organismos locales o restringidos; a la leu pública contra la privada o privilegio. Así, en toda la Edad Media, los reyes fueron los aliados naturales del pueblo contra el despotismo local de los señores. Así, en el momento de la revolución, apelóse al principio nacional contra el poder de los reyes. Así, en nuestros días el sentido universal o socialista sirve de apelación contra el nacionalismo o particular. Como puede verse, el principio cohesivo de hoy es el principio disgregador de mañana. Compárese el sentido libertador y revolucionario de la palabra nación hace un siglo, cuando los apostólicos la oponían al principio monárquico, gritando muera la nación, con el sentido de tiranía autoritaria que hoy tiene, por ejemplo, en labios de los camelots du roi. Así veremos clara la gradación progresiva que desvirtúa y sustituye los conceptos. Las palabras tienen su vida, como los hombres; como ellos, envejecen y mueren; pero la idea persiste bajo formas nuevas, cada vez más amplias. A la liberación de hoy, corresponde una fórmula diversa de la que tuvo la liberación de ayer. Pero la liberación es la misma.

Siendo el principio nacional una expresión de la soberanía pública, mal puede ser motivo de luchas persecutorias. Por otra parte, bajo el absolutismo real, era una fórmula corriente la pluralidad de reinos, que persiste en las designaciones regionales (reinos de Castilla, León, Aragón, Valencia, Mallorca, etc.), y los monarcas españoles eran reyes de las Españas (Hispaniarum). A sa pluralidad geográfica correspondía una pluralidad étnica o nacional ,en el lenguaje clásico.

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La gran lección de los días históricos en que vivimos es esta: la verdadera justificación de una causa libertadora no puede ser otra que la libertad. Voy a hacer una afirmación que acaso parezca una paradoja: en el verdadero sentido libertador, españolismo y catalanismo son causas idénticas. Mejor dicho: son aspectos de la misma causa. La convivencia nacional en un medio libre no puede ser una carga; es una ayuda, un apoyo mutuo. Así como los verdaderos predecesores del catalanismo debería ser los hombres de la tradición liberal española, desde los doceañistas hasta hoy. Pi y Margall encarna admirablemente la confluencia de estos dos ríos. No se trata de dos nacionalices en lucha, sino de dos espíritus. Los aliados naturales de la Cataluña liberal están en el resto de España. Ahora más que nunca. Y creed que siento un gran placer en afirmarlo desde las columnas de este amado periódico España, cuyo nombre es simbólico en este aspecto, y que tiene por tradición gloriosa una comprensión de ese problema exenta de prejuicios.

Espiritualmente, hay dos Cataluñas, como trasunto parcial de las dos Españas. Y así como nosotros, catalanes sedientos de libertad, hemos hallado nuestros hermanos espirituales en los españoles que hablan lengua diversa de la nuestra, pero que sienten los mismos anhelos, en cambio, otros catalanes han unido su esfuerzo regresivo con los enemigos tradiciones de la libertad española, y han llegado a participar en los gobiernos españoles enemigos de esa libertad. Ahí está el gran equívoco, la dolorosa equivocación. ¡Oh, la raza, la nacionalidad, los vínculos de sangre! Lo que importa es la cohesión espiritual, la similitud de almas, la raza interior, y también la hermandad de nobleza, que junta a los hombres generosos en torno a las causas perseguidas. 

¡Absurdo espectáculo el de esos llamados catalanistas, que pedían un rey a Júpiter como las ranas de Esopo! Y la fábula ha tenido su desenlace natural … Cuando se acepta y se encarece la mano dura contra una clase adversa, se pierde autoridad para afrontar las probables reversiones de la fortuna … La libertad es una sola; y el distintivo de nuestra dignidad consiste en invocar el derecho ajeno cuando puede perjudicarnos. La admisión de la injusticia es un precedente que mañana se vuelve siempre contra los que cerraron los ojos ante ella …

¿Españoles? ¿Catalanes? Un solo problema para todos: la libertad. Esa es nuestra ley supernacional de unidad fraterna. Ese es el don de lenguas en que se entable el diálogo sin intérpretes, identificando y fundiendo ambos idiomas

Gabriel Alomar

(De España)

EL OBRERO BALEAR nº 1150

22 de abril de 1924