NECROLÓGICA
Mi pluma se encoge al tenderla sobre el papel,
cual si participase de la angustia que oprime mi
corazón en estos instantes, al evocar el
recuerdo, la memoria, del hombre justo y bueno
por excelencia, que se fue.
El compañero Roca dejo de existir, murió. Murió
lo que constituía su materia; más su espíritu,
el hombre organizador de muchedumbres, vivirá
eternamente en la memoria del proletariado
mallorquín, que no podrá olvidar jamás la
excelsa figura del
que fue portaestandarte de
reivindicaciones obreros.
Roca, el compañero Roca, no era ningún sabio.
Era un práctico. Cuando hablaba, su voz clara y
persuasiva dominaba la atención de cuantos le
escuchaban. No cansaba.
Roca, el fundador de la internacional en
Mallorca, no era de temperamento exaltado; sino
que muy al contrario; era de un carácter
templado hasta la exageración, Afable y cariñoso
con todos incluso con sus adversarios, hizo se
captase las simpatías de todas las clases
sociales.
Conocer a Roca, tratarle y no estimarle.
Quererle, son puntos más que antitéticos.
Roca, a más de Santo laico y apóstol de la
libertad, era altruista; de corazón noble y
generosos.
El más justo y merecido homenaje a su memoria,
consiste en limitarse en todo. En continuar su
obra.
Adelante pues.
José Monserrat
Lluchmayor, marzo de 1917
Núm. 791, 31 de marzo de 1917
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