SOBRE LAS SUBSISTENCIAS
El Gobernador y los concejales
El problema pavoroso de las subsistencias
acabará, si no se pone pronto remedio al mal,
por crear una situación tan insostenible que no
es posible calcular sus consecuencias. Claro que
su naturaleza es universal y por mucho que se
haga el problema subsistirá torturador y
amenazante mientras subsista la causa que lo ha
planteado: la guerra.
El remedio ha de consistir, pues, mientras dure
la guerra, en atenuar el mal. Ya que no es
posible normalizar la situación al mismo estado
de antes; ya que no está en nuestra mano evitar
las salpicaduras del conflicto armado; ya que la
carestía y escasez de las subsistencias
proviene, en gran parte, de esa causa universal,
el deber de los gobiernos y de las autoridades
todas estriba en buscar y adoptar medidas de
carácter extraordinario que hagan frente a las
circunstancias y garanticen la vida de todos los
ciudadanos.
La falta y carestía de alimentos es tan general
en España y se acentúan tanto y tanto de cada
día, que si bien puede considerarse que la
nación entra, o ha entrado ya, en un período de
calamidad pública excepcional contra la cual se
pueden y se deben exigir toda clase de
sacrificios a los españoles, del mismo modo que
se exigirían si el país tomara parte en la
guerra europea. Por encima de los intereses de
grandes empresas y acaparadores está la vida de
la nación, por encima del principio de propiedad
y de los egoísmos individuales está el principio
patrio. Y cuando la vida nacional entra en un
peligro como el presente, que el hambre empieza
a entrar por los hogares, o la nación impone
viva fuerza la práctica de ese patriotismo a los
monopolizadores de las subsistencias, haciendo
que lleguen al alcance positivo de todos los
españoles, o todos los españoles que de ella
carezcan se sublevan y las toman a viva fuerza y
por sus propios puños. Y entonces España pasará
por la vergüenza de haberse sacrificado por la
neutralidad y haber recogido como fruto una
revolución cien veces peor que la guerra.
ooooOOoooo
Por lo que toca a Palma el conflicto se presenta
espeluznante y las autoridades más espeluznantes
aún.
La falta de carne en el mercado es tan completo
que hay días que no para los enfermos la hay, y
eso que según manifiesta el Gobernador en la
isla existen 100 mil cabezas de ganado lanar.
¿La cusa de esta escasez de carne? Los
carniceros echan la culpa a la falta de ganado y
a los elevados precios que los ganadores quieren
vender, que no permiten la reventa en el mercado
a los precios tasados por el Ayuntamiento, éste
a su vez carga el mochuelo al gobernador porque
permite la exportación de corderos que, como en
la Península los pagan muy caros, los ganaderos
se niegan a venderlos a los carniceros de aquí
porque les rinde más ganancia vender a los
peninsulares y el gobernador, que tampoco es
parco en sacudirse las pulgas, alega que hay una
confabulación de carniceros para obtener la
subasta del arbitrio municipal sobre carnes a un
precio mezquino y además para obligar a que se
prohíba la exportación de carneros y poder así
comprar el ganado explotando a su capricho a los
ganaderos. También culpa el gobernador al
Ayuntamiento por su abandono y falta de energía
en el cumplimiento de sus deberes en el asunto
de subsistencias.
Y mientras las autoridades y matarifes hacen y
dicen lo que les da la gana, los consumidores se
hacen la santísima y exclaman: ¿y si el mal
tiempo o una confabulación de pescadores nos
privara también del pescado qué tendríamos que
comer los palmesanos? ¿Y de que sirve el tasar
los precios del pescado, de los huevos, de las
patatas y del pan si los que venden estos
artículos los hacen pagar al precio que les da
la gana?
Déjense de tonterías y excusas los concejales y
el gobernador que el pueblo no es tan tonto que
no vea lo que se esconde tras esas ridículas
exclamaciones.
Aquí lo único que hace falta son tres cosas:
celo, voluntad y energía. Y si las autoridades
no lo hacen así, si no despliegan el rigor de
sus facultades y no desechan toda influencia que
pueda dañar el interés público, vendrán días en
que la suprema ley de la necesidad se impondrá
sobre todas las demás leyes escritas.
Núm. 787, 3 de marzo de 1917
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