El mitin de Madrid

Ya se celebró el solemne comicio a modo de homenaje para los derrotados por el caciquismo gubernamental y plutocrático. Es la nota que culmina en la política nacional estos días; en altas esferas produjo el suceso, consternación, espanto en las gentes eclesiásticas y reaccionarias, inquietud en el Gobierno, júbilo en las filas de los verdaderos liberales al ver unidos en una aspiración común y en un solo sentimiento a todos los republicanos, desde los más templados hasta los más radicales.

Golpe fatal para la monarquía fueron las últimas elecciones legislativas, en las que el pueblo pensador, el pueblo consciente, se pronunció por la república; nuevos embates recibió la secular institución con los mitins posteriores a las elecciones; pero la herida que se le ha inferido ahora en la grandiosa asamblea del domingo es de muerte.

 

Después de los discursos de Melquíades Álvarez y Pablo Iglesias, discursos recibidos con sanción clamorosa por la España democrática, nos afirmamos en la creencia de que no le queda a la monarquía otro remedio, si quiere sobrevivir algún tiempo más, que afrontar abiertamente y resolver en plazo perentorio los inaplazables problemas nacionales. Ya no se puede esquivar, ni soslayar siquiera, el problema religioso, ese nudo gordiano que han de romper forzosamente estas Cortes. No hacer eso equivale a provocar la revolución, sería lanzar un reto a la España democrática para ventilar a sangre y fuego lo que puede ser resuelto por el Parlamento.

 

Pero ¿se atreverá Canalejas, mejor dicho, le dejarán a Canalejas abordar ese y los demás problemas, peros sobre todo ese, con criterio radical? ¿Se atreverá Canalejas, le dejarán a Canalejas afirmar la soberanía del Poder civil sobre los demás Poderes y desligar el Estado de las corruptoras intromisiones e influencias que hoy le tienen atado a otras potestades? He aquí la incógnita que mantiene hoy en zozobra los espíritus.

 

El señor Canalejas, y la corte de aduladores que le sigue por afanes de mando y granjería dicen que sí, que cuentas el presidente del Consejo con la confianza regia para encarnar en leyes las aspiraciones anticlericales del país; pero nosotros sospechamos que todo eso no pasa de ser una mentira convencional, una mentira política para ir tirando en tanto se busca una postura gallarda para caer. Sospechamos eso porque son tantos los compromisos contraídos con Roma y es tal el ambiente de misticismo que reina en las alturas, que se preferirá luchar a la desesperada en contra del pueblo antes que rendirse a las exigencias de éste.

 

Y entonces habrá llegado el momento crítico y decisivo. Sean quienes fueren los que gobiernen con máscara de libertad o a faz descubierta de reacción, el pueblo luchará titánicamente para arrollar el obstáculo que impide a España su incorporación a Europa y la república será quien resuelva los problemas que la monarquía no pudo resolver porque llevaba encima un peso muerto que la detenía en el camino de la civilización, porque embargaba su espíritu un atavismo ciego, un fanatismo regresivo, una intransigencia incurable.

 

Examinando serenamente el mitin de Madrid eso deducimos, así se presenta la cuestión a nuestro raciocinio. Asentada la conjunción republicano – socialista sobre bases indestructibles fortalecida con la unión de todas las fracciones del republicanismo, que estuvieron presentes o representadas en el gran comicio, y robustecida por el significativo abrazo del apóstol de las reivindicaciones proletarias y el príncipe de la elocuencia, han perdido los monárquicos toda esperanza de gobernar con supercherías y ficciones confiándose en las disputas intestinas de los elementos de izquierda. Hoy están éstos completamente unidos y seriamente dispuestos a reñir la batalla definitiva a la España clerical y reaccionaria. La monarquía verá qué carta le conviene jugar, si es que tiene ojos para ver cómo va el juego. Y si no toma partido del lado del pueblo, éste la hundirá para siempre en el panteón de la Historia y proclamará la república. Tal es la lección que nos ha dado el mitin de Madrid; esa es la consecuencia que con lógica irrebatible hemos sacado después de oír los agravios de los candidatos que con malas artes derrotó el Gobierno y las oraciones magistrales del verbo del Socialismo español y del elocuente diputado asturiano.

 

EL OBRERO BALEAR

Núm. 432, 18 de junio de 1910

 

fideus/