Muerte de Miguel Cabotá

Herido en los sucesos del 18 por la guardia civil

Los militares disponen, ordenan y mandan sobre el cadáver

Grandiosa manifestación de duelo

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El martes de esta semana a las 11 de la noche falleció en el Hospital Civil, después de 8 días de horribles sufrimientos, el infortunado obrero Miguel Cabotà, que fue herido de uno o varios balazos por la guardia civil el día de los sucesos sobre el carbón y según nuestros datos, mientas estaba huyendo del tumulto, confirmándolo el hecho de que el proyectil o proyectiles le entraron por la espalda atravesándole todo el cuerpo.

 

El sentimiento y la indignación que el hecho produjo en el vecindario de Palma fue extraordinario y unánime, pues nunca la fuerza armada había hecho fuego en las calles de nuestra pacífica ciudad y todo el mundo reconoce que tampoco esta vez había motivo suficiente para ello, máxime si se tiene en cuenta que las causas de los sucesos fueron debidas a la imprevisión de los autoridades en la cuestión del carbón, dejando que por espacio de algunos días se careciera en absoluto de tan necesario combustible en Palma, privando con ello a las familias el que pudieran condimentar su alimentos. Tampoco se justifica en nuestro entender que por unas piedras que se tiraron a la guardia civil ésta disparara sus fusiles, pues entendemos que con una arremetida de caballos hubiese bastado para disolver los grupos, en su mayoría formado por niños y mujeres.

 

Más no fue así y de los disparos de la guardia civil resultaron una señora con un brazo atravesado de bala Mauser y herido mortalmente el joven y amigo nuestro Miguel Cabotá, quien fue llevado al Hospital Civil en manifestación, falleciendo al cabo de 8 días de haber sido herido, pues todos los auxilios de la ciencia han sido inútiles para salvarle la vida.

 

Al tener noticia su familia del fatal desenlace, en medio de la amargura y el dolor consiguientes se dispuso preparar modestamente la conducción al Cementerio del cadáver, y como es costumbre en estos casos se avisó para que asistieran al entierro a los parientes y amigos, señalando para las 7 de la noche del miércoles la partida del Hospital de la comitiva fúnebre. Por mediación del compañero Lorenzo Bisbal la presidencia del duelo fue ofrecida al Alcalde Sr. Matínez, el cual aceptó agradecido la distinción e invitó a los demás concejales a que le acompañaran, disponiéndose el Ayuntamiento en masa asistir al acto y presidir la manifestación de duelo. Esto demuestra que toda la ciudad estaba compenetrada del mismo sentimiento de dolor por la muerte del desgraciado Cabotá. Al que se disponía tributar un homenaje de verdadero pésame.

 

Cuando ya todo estaba preparado y dispuesto para el entierro y enterado todo el mundo de que éste había de tener lugar a la hora indicada, serían sobre las tres de la tarde cuando empezó a correr la voz de que el cadáver había sido conducido al cementerio por orden del juez militar, sin avisar a su familia siquiera. Por lo visto el Cabotá, además de herido estaba procesado militarmente por los sucesos del día 18, y según parece en casos como este los militares disponen, ordenan y mandan sobre el cadáver, el cual figuraba como preso al parecer y como tal se lo llevaron al cementerio, ya que iba custodiado por una pareja de la guardia civil y por el juez militar instructor del sumario.

 

No sabemos si el proceso continuará y si hasta habrá preceptos legales que puedan condenar, a muerte inclusive, al Cabotá, aun después de estar ya enterrado.

 

En vista de la noticia de este hecho inaudito, que inmediatamente corrió por toda la ciudad y que produjo inexplicable sorpresa e indignación a todo el vecindario y de una manera especial a la clase obrera, ésta no quiso darse por enterada de lo sucedido y a la hora señalada por la familia del muerto acudió un gentío inmenso a la Plaza del Hospital. Calculamos en más de 5.000 personas, en su mayoría obreros, las que se congregaron en dicho sitio para rendir tributo a la memoria de Cabotá y hacer la misma ceremonia de acompañamiento del cadáver.

 

La Agrupación Socialista y la Sociedad de carpinteros, a la que pertenecía el finado, le dedicaron dos hermosas coronas y otra, más hermosa aún, de sus amigos y particulares.

 

Allí se organizó la manifestación de duelo, yendo delante de la comitiva las coronas, de las que se destacaban largos lazos negros con dedicatorias que llevaban de la mano diferentes amigos del muerto, con una vela encendida.

 

Detrás de las coronas se formó la presidencia que estaba compuesta por un hermano menor del difunto, el concejal socialista Lorenzo Bisbal, el ex – concejal y jefe del partido republicano D. Francisco Villalonga y los presidentes de las sociedades obreras.

 

A las 7 en punto y en medio de un silencio sepulcral y una seriedad admirable emprendió su marcha la manifestación por las calles de La Piedad, Concepción, Salas, San Felio, Constitución, Plaza de la Libertad, calles del Conquistador, Victoria, Palacio, Plaza de Cort, calle Colon, Cererols, Plaza Mayor y calle de San Miguel, llegando hasta frente a la Iglesia de Santa Catalina de Sena en donde se formó un semicirculo alrededor de las coronas y el compañero Bisbal dirigió breves palabras dedicando un sentido recuerdo al fallecido y dando las gracias a la numerosa concurrencia por su sensatez y compostura que habían guardado durante la manifestación, la cual, dijo, a la vez que significa un homenaje de simpatía al muerto es también un protesta muda pero viril y significativa contra los culpables de su muerte.

 

En todo el trayecto de la manifestación, que por momentos iba engrosando hasta formase una verdadera nube de gente, reinó una sensatez y una seriedad que daba solemnidad y valor inmensos al acto. Pero lo más admirable y lo que demuestra la compenetración de ideas y sentimientos en la significación del acto es que la numerosa gente que se encontraba al paso de la manifestación se descubría con la misma respetuosidad que si se hubiese llevado el cadáver. Fue un acto brillante y de mucha trascendencia que seguramente quedará por mucho tiempo gravado en la memoria de los palmesanos.

 

EL OBRERO BALEAR se asocia a él de todo corazón y envía al atribulado padre de Cabotá, hermanos, compañeros de oficio y amigos particulares la expresión de su dolor, al mismo tiempo que reitera su protesta contra los culpables de su muerte.

 

EL OBRERO BALEAR

Núm. 838, 1 de marzo de 1918

LA MORT DE MIQUEL CABOTÀ

CRISIS DE SUBSISTÈNCIES