1920 –  DE MOMENTO - La libertad del trabajo

Los mangoneadores de la Casa del Pueblo pretenden imponer su tiránica dictadura. En frente de ellos, los obreros honrados lucharemos con denuedo para que se una hecho la libertad del trabajo.

No hubo lock-out. El Alcalde, con mejor voluntad que acierto, ha trabajado para evitar un conflicto que amenazaba tener fatales consecuencias. Y ha venido una solución, que más que aplaudir hemos de lamentar, pues, a nuestro modo de ver, es un pastel, un pésimo pastel.

Por una parte se dice que se reconoce la libertad del trabajo, y por otra, se declara la suspensión temporal de los dos obreros no asociados a la Casa del Pueblo. ¿Cómo pueden ligarse puntos tan antitéticos?

Si en verdad y con rectitud de intención se ha ido a la libertad del trabajo –cosa que siendo ley, las autoridades no debieran permitir que andara a merced de convenios más o menos serios, sino que debiera acatarse sin discusiones- jamás debía declararse, ni por un minuto, el pacto del hambrea estos dos hombres que, en uso de un perfectísimo y sacratísimo derecho, no quisieron formar en las filas rojas. Y mucho menos debía entregárseles al juicio, siempre apasionado, de quien es juez y parte, de “La Metalúrgica”, promotora del conflicto, la que, por nobleza, por dignidad, por vergüenza no puede dirimir esta cuestión. ¿En qué edad u en qué país vivimos?

Para llegar a estas soluciones mejor hubiera sido no entablar negociaciones que, a la postre, solo han servido, como más arriba apuntamos, para amasar un mal pastel, que no deja en muy buen puesto al Alcalde, que provoca disensiones entre la clase patronal, que hace el caldo gordo a los rojos y que ocasiona injustamente graves perjuicios a unos obreros tan dignos de consideración como los demás.

En el fondo de esta cuestión nos parecer ver la secreta influenza de la Casa del Pueblo, que no perdona medio, ni desperdicia ocasión para imponer su tiránica dictadura sobre las masas obreras que se le van, se le escapan …

La gente roja tiene siempre la palabra libertad en la boca y nunca en el corazón ni en la acción. Quiere que el obrero sea un esclavo, que no piense, no hable, no trabaje, no respire, sin el visto bueno de los mangoneadores. Quieren estos que los obreros, semanalmente y a fuerza, coticen crecidas cuotas, para así formar fabuloso capital con que, bien pudiera ser, favorecer apetitos insanos y egoísmos repugnantes. Quieren que el obrero sufra hambre porque así más fácilmente puede ser lanzado a la revolución, que suele ser siempre, como todo río revuelto, ganancia de pescadores … o de mangoneadores.

Los vemos todos los días: el obrero de la Casa del Pueblo es una víctima, que ha hecho dejación de su voluntad, es un maniquí sin vida, s un polichinela que se mueve al imperio del más vivo.

Los obreros, que no tienen ya en su cogote el pelo de la dehesa, se emancipan del yugo tiránico de los rojos y acuden a nuestras filas, en donde la dignidad tiene su trono y la libertad ocupa el lugar más preeminente. Ante esta desbandada se procura crear a nuestros obreros innumerables dificultades, ora con amenazas, ora con hipócritas halagos, bien con promesa, bien con coacciones. ¡Esa es la libertad que pregonan los vocingleros de la Casa del Pueblo!

Ante este estado de cosas queremos definir bien claramente nuestra actitud: lucharemos con denuedo hasta lograr sea un hecho la libertad del trabajo. No vacilaremos ante las amenazas, vengan de donde vinieren. Hablaremos alto y claro, para que nos oigan hasta los adoquines de la calle de Ballester, siempre que lo creamos conveniente y denunciaremos a las autoridades y a la opinión pública todos los casos de tiranía roja, aunque venga una lluvia de matonescas amenazas.

Firmes, al pie del cañón, lucharemos decididos para que el obrero honrado goce de una de las más preciadas prerrogativas del hombre: la libertad.

Sépanlo de una vez para siempre los mangoneadores de la Casa del Pueblo: No toleraremos, bajo ningún concepto, que se ejerza la más insignificante coacción sobre nuestros socios. Estamos hartos de tiranías, injusticias y bravuconadas.

Bien es verdad que la solución dada al lock-uot es un poco de oro con que cubrir amarga píldora, un poco de azúcar con que disimular un mal pastel de serrín. Prueba de ello son la dimisión del Presidente de la Patronal, la baja del Sr. Buades y la significativa carta de los comisionados obreros que han publicado los diarios.

Poco nos importa a nosotros. Queremos la libertad del trabajo, pese a quien pese y caiga quien caiga.

Y no queremos creer que, cuando se presente la ocasión las autoridades nos dejen desamparados.

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Entre las muchas tonterías y disparates que se han dicho y escrito con motivo del lock-out descuella un artículo, aparecido en “El Obrero Balear” y que lleva la firma del concejal socialista, miembro de la comisión municipal de subsistencias que, de buena fe, dio al pueblo gato por liebre cuando lo de las harinas de legumbres averiadas, compañero Lorenzo Bisbal.

¿Qué musa le habrá inspirado las descabelladas razones con que pretende razonar la actitud antipatriótica e inhumana de los rojos? Rodando por la pendiente de la sinrazón no se para en pelillos y, con aire de suficiente, exclama: “ … nosotros entendemos que la libertad de las mayorías es más racional y lógica que la de las minorías”. ¡Qué peregrinas teorías fluyen del cerebro del compañero!

Esta teoría ni es racional ni es justa. Cuando las mayorías vayan guiadas por un espíritu de justicia y encaminadas hacia un ideal de rectitud, entonces, si debe ser acatada su voluntad; pero no, en ninguna manera, cuando el egoísmo, la conveniencia personal o comercial, el odio o el rencor, son el móvil que las anima.

Si se aceptara como buena la doctrina del “compañero” pronto llegaríamos a conclusiones vesánicas. Por ejemplo: Un crimen cometido por una mayoría sería más racional y lógico que si lo cometiera una minoría. Esto es un absurdo, claro está; pero absurdo y todo, es una lógica consecuencia de la descabellada tesis sentada por el “compañero”.

Y no creemos que éste sostenga en todos los asuntos semejante modo de pensar. Porque muchas veces la mayoría burguesa de nuestro Ayuntamiento ha tomado acuerdos contra de lo que el “compañero” Bisbal sostenía, y éste ha protestado y hasta nos parece recordar que ha pedido la revocación. El asunto del cementerio de Establiments que volvió a removerse el lunes, prueba nuestro aserto. ¿Por qué obrar así si … “la libertad de las mayorías es más racional y lógica que la de las minorías”?

Y si algún día los obreros católicos, que ya son mayoría en algunos centros de trabajo, se niegan a trabajar con los rojos ¿seguirá sosteniendo el “compañero” que la libertad de las mayorías es más racional y más lógica?

Y si la mayoría de los patronos, en frente de la minoría, acordara no admitir en los talleres, fábricas o almacenes a los obreros afiliados a la Casa del Pueblo ¿seguiría sosteniendo que “la voluntad de la mayoría … debería ser la norma jurídica obligatoria”?

Si llegan estos casos, que llegarán tarde o temprano, pues la Casa del Pueblo no es ya lo que fue ¿cómo se las compondrá el “compañero” para defender, racional y lógicamente a sus amigos y atacar la libertad de la mayoría de obreros honrados o de patronos?

Cuando uno escribe lo que le conviene, no lo que siente, debe tomar muchas precauciones, pues es muy expuesto a que luego se diga que tiene dos caras y dos medidas ….

Y no es ésta virtud muy recomendable “compañero” Bisbal.

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Este lock-out no lleva a otras consideraciones. El lock-out, en estos momentos, cuando los elementos rebeldes se levantan para imponerse con bestialidad salvaje, cuando suman centenares las víctimas que han caído bajo el plomo de los sindicalistas, cuando los rojos quieren monopolizar la libertad de acción de los patronos y de los obreros era muy razonable. Per la forma en que iba a plantearse no nos parece justa.

Contéstenos sino el lector, amigo o enemigo ¿hubiese sido justo que a los obreros honrados, que sólo anhelamos poder llevar a nuestros hijos el pan, fruto de nuestro sudor, que somos enemigos de motines y algaradas, se nos hubiesen cerrado las puertas del trabajo y se nos hubiera tratado como si fuéramos rojos, que huyen del trabajo y cifran todo su afán en la ruina de la industria y hasta en la muerte de los patronos?

Es muy lógico y muy humano que tanto los patronos como los obreros se defiendan con todas sus fuerzas para librarse de los enemigos que les rodean y tomen todas aquellas medidas para asegurarse contra desagradables contingencias. Pero entre que los patronos se defiendan contra los rebeldes o que priven del jornal a los obreros honrados que van en busca de la paz, la armonía y el bienestar de los unos y de los otros media un abismo.

Vale la pena que, para otra ocasión –ojalá no se presente- la Federación Patronal tenga en cuenta tan justas razones.

FRANCO

EL ADALID nº 44

11 de septiembre de 1920