La autonomía insular durante la II República

Memoria Civil, núm. 6, Baleares, 9 febrero 1986

Miquel Durán

Aquí desde casi tres lustros antes y progresivamente, es posible detectar aseveraciones conducentes al climax que aparecería en el debate constitucional: Así en 1917 leemos en La Veu de Mallorca que Les Balears juntament amb València i Catalunya formen, dins d'Espanya una nacionalitat y G. Forteza afirma que El nacionalisme es la unica doctrina patriotica forjada amb moviments legitis de l'anima, y el año siguiente el propio Forteza mantenía que Mallorca es un fragment de nacionalitat. Es una regió, que Ens convé la politica regionalista, y que por supuesto L'Autonomia ha de esser, en cada organisme polític tan extensa com l'esfera de responsabilitats d'aquest organisme polític, i així está dit tot, en tanto le hacia patente a L. Alemany  Sien les tres illes lliures i senyores absolutes de llurs destins. Mancumunant-se accidentalment cada vegada que es tracti de realitzar una obra de mutua utilitat.

Sintomático asimismo que en 1918 en el Manifest del centre Regionalista se razonara que es imposible instaurar la justicia i la democracia i l'ordre i l'esquilibri polític i les llevors d'evolució, i els valors d'afirmació patriotica i cultural en una regió que no gosi de l'irreductible regim de llibertat, l'autonomia.

Ya señalé además en anterior artículo, como el Centre Autonomista de Mallorca en 1930 integraba una buena nómina de profesionales suficientemente notorios. Pero a partir de 1931 el planteamiento de la autonomía para nuestras islas -aunque a veces se especifique "administrativa"- y la cooficialidad de la lengua propia son unas constantes muy acusadas. Así se llegará a precisar por La Nostra Terra en junio de 1931 que Esser català o gallec, o castellà, no vol dir deixar d'esser espanyol, vol dir simplement que, abans que espanyol, hom es català, o castellà o gallec, y una vez más se patentiza la postura contraria a la idea del Balearisme com a unitat, manejando la fórmula autonomica de relacions del territori autonom amb el Poder Federal de l'Estat.

Sobre todo a partir de julio del propio 1931 los temas constitucionales acapararán la atención, desde el convencimiento de que el Pacto de San Sebastián garantizaba la República Federal, ya que el plantearse la viabilidad de un Estatut de les Illes Balears por parte de la Associació per la Cultura de Mallorca, con el asentimiento de las Cámaras de Comercio y Agrícola, en el preámbulo se echa de ver que se estaba pensando en un régimen federal.

Por su parte la ponencia que informaría el ante-proyecto de Estatut expresaría que había que superar la artificial y artificiosa provincia, relacionándola con el peligro de l'exasperació del caciquisme.

Y de hasta que punto gravitó aquí lo que se gestaba en las constituyentes lo revelará J. Pons i Marquès en Revista de Catalunya al indicar que Menorca consideraba inútil cualquier intento en tanto no se fuese aprobada la nueva Constitución.

Por supuesto que el tema trasciende la etapa constituyente, y así J. Estelrich afirmaría en Madrid en 1932 que en Mallorca la autonomía como problema político agudo, por ahora no existe. Tres años más tarde G. Alomar seguiría insistiendo en la necesidad de destruir el sentit provinciá, ya que el regionalisme de boleros y d'ensaïmades és tan provincià voluntari com el de barretina y porró. Y B. Jofre en República afirmaría rotundamente que A Mallorca no ha existit mai de fet una política nacionalista.

J. Estelrich, diputado decía en 1932 que En Mallorca la autonomía como problema agudo, por ahora no existe.

Pero hay otras declaraciones, que si N. Alcalá Zamora en septiembre de 1931 mantenía en el Parlamento que nuestras islas son de civilización catalana, y llamaba la atención sobre el hecho de la autonomía natural de la condición insular, A. Jaume en sus Impresiones de un constituyente ironizaba con el regionalismo de Ortega, los deseos de conceder mercedes a Cataluña por parte de M. Maura y de como Ossorio y Gallardo veía en Cataluña un problema inferido del sentimentalismo sustentado por historiadores, arqueólogos y artistas ...

Claro está que A. Jaume en El Obrero Balear de 1933 ya no trivializara lo más mínimo al arriesgar que una emancipación prematura equivaldría a fortalecer la posición de los caciques, al pronunciarse por un no intentemos aventuras que seguramente serán malas y peligrosas, y al sentenciar que la creación de una personalidad regional balear, aunque fuese exclusivamente administrativa, era una cuestión sumamente delicada.

Llegada la situación límite de 1936 al ritmo de los enfrentamientos surgidos la presencia de A. Bonacorsi supondría un proyecto de independencia de Mallorca bajo protección italiana. Un poco más, y desde el antiautonomismo se consumaba no una fórmula federal, sino lisa y llanamente la separación de España.